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Pestañas (Basta con pasar el ratón)

domingo, 11 de septiembre de 2016

4-Programando.

Aleix vio que estaba dentro de un monasterio, pero no un monasterio cualquiera, sino que estaba en el monasterio de su ciudad: el monasterio de San Cucufato, en Sant Cugat del Vallés.
Pero estaba algo cambiado, le faltaban los bancos, los muros de mármol que cubrían el altar y éste mismo, pero si que había una especie de ordenador enorme con miles de botones.
Aleix vio a Mercé delante de ese gran ordenador, también vio como empezaba a tocar botones sin parar. Aleix se acercó a ella y empezó a ayudarle.
—Debemos encontrar la forma de colocar el virus S—dijo Mercé.
—Nadie tocará mi preciado virus—dijo una voz cerca de ellos.
En mitad de la sala había un ser, parecía humano, vestía un mono negro que le cubría todo el cuerpo menos los ojos. Tenía unas botas del mismo color, pero tenían rayas celestes. Llevaba también un chaleco, con las mismas características que las botas, el chaleco le llegaba hasta la cintura, por delante, pero hasta las rodillas por detrás. En la cabeza llevaba una corona de platino.
—Aleix—dijo Pro,—es R.
—Yo le entretengo, tú continúa—le dijo Mercé.
En ese momento Mercé empezó a lanzarle bolas de plasma sin parar mientras avanzaba lentamente, con el bate sujetado en una axila. Aleix empezó a teclear con el megaordenador.
—Aleix—dijo Pro,—abre la caja del virus S.
Aleix buscó la pequeña caja y la abrió. Solo contenía una pequeña memoria USB. Aleix buscó un puerto para conectarlo, y vio uno unos minutos más tarde. Conectó la memoria y miró en sus archivos.
Solo contenía un archivo de texto. Lo abrió y vio escrito solo un párrafo.
—Está escrito en pascal, supongo que debo encontrar el programa que contiene a R.
Aleix buscó por todos los archivos. Mientras lo hacía, oía y miraba de reojo como su amiga se las apañaba. En ese momento R empezó a sacar unos pequeños fragmentos de sus manos que Mercé esquivó. Pero esos fragmentos se dirigían a Aleix, por lo que Mercé no tuvo otra que intentar evitar que lo alcanzasen.
Aleix seguía buscando con las prisas en los dedos. Al rato, mientras Mercé le protegía de aquellos fragmentos, encontró el archivo y lo abrió. Empezó a buscar el lugar adecuado. Al encontrarlo, copió el párrafo que contenía a S y lo pegó en un trozo de R. Compiló la modificación, pero saltaba un error.
Aleix volvió a leer la parrafada una y otra vez hasta hallar el error. Cuando lo encontró, lo corrigió y volvió a compilar. Esta vez funcionó, solo hacía falta ejecutar la nueva programación. Aleix no esperó y ejecutó el nuevo programa.
Acto seguido, los pequeños fragmentos que sacaba R de sus manos empezaban a desaparecer. Comprendieron que esos fragmentos eran parte del virus R, y al mismo tiempo vieron que R cambiaba su expresión.
Aleix y Mercé se prepararon para atacar, pero R les frenó.
—Osáis enfrentaros a mí, el gran R—dijo R,—os felicito por lo del virus, pero eso en realidad no es nada. Yo soy quién debéis temer.
—He podido contigo yo sola—dijo Mercé,—imagina ahora que somos dos.
—No me empleaba a fondo, tú si—le replicó R.
—Ya claro—dijo Mercé,—y yo soy gilipollas.
En ese momento R hizo aparecer una sierra de cadena en su mano derecha, ésta se iluminó por su hoja, se alargó y atravesó el brazo derecho de Mercé. Éste cayó al suelo, pero no salía sangre, sino fragmentos rojos. La sierra de cadena volvió a su estado común y R dijo:
—Sí, eres gilipollas.
Mercé se agachó, Aleix corrió en su ayuda.
—¿Estás bien?—le preguntó.
—Aunque seamos avatares, esto duele—le contestó ella,—pero también tenemos trucos.
Mercé corrió hacia R, éste intentó golpearla, pero Mercé tenía a la agilidad como su punto fuerte. Mercé, estaba a sus espaldas, saltó y se ató las piernas rodeando la cintura de R y su brazo al cuello.
—Pro, destrúyeme—dijo ella.
En ese momento se vio como Mercé explotó en miles de pedazos, provocando que a R solo le faltaran las piernas.
—Pro, ¿ella está bien?—preguntó Aleix.
—Sí, está saliendo de su cabina. Pero creo que su sacrificio ha sido en vano.
En ese momento, Aleix vio como R volvía a recomponerse. Pasaron unos minutos hasta que R estuvo en su forma total.
—Pero, ¿como...?—empezó Aleix.
—Verás Aleix, yo vengo del mismo lugar que tú. Hace tiempo creé este mundo para una buena razón, pero cuando entré, vi lo que podía hacer. Me decidía a tomar las riendas, quedarme hasta hacerme los suficientemente fuerte para así, un día volver y gobernar la humanidad a mi modo.
—¿Por qué?
—La humanidad, como concepto, está dejando de existir. Pero todavía no es tarde, podemos hacer algo.
—¿Y la segunda oportunidad?
—Ya, pero sabes de sobra que...—volvió R, se quitó su corona y el pasamontañas para dejarse ver el rostro. Era Pau, el hermano de Aleix,—...yo no creo en las segundas oportunidades.

Continuará.

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