Hacía un par de años que corrían ciertos rumores sobre un ser
hecho de fuego y sombras. Un ser de aspecto humanoide. Un cuerpo
negro cubierto de algo que parecían armaduras de un metal ligero y
resistente, de colores naranjas y amarillos. Pero solo eran rumores,
nadie la había visto nunca muy bien, pues suele atacar por la
oscuridad. Lo que si sabían esas gentes que lo habían visto, que
habían sobrevivido difícilmente a todo ardor que él lanzó, es el
nombre que le habían puesto a esa extraña criatura. Lo que habían
visto de él es que cuando se fija un objetivo, le da al blanco si
problemas, y siempre lo hacía ardiendo. Era como una Saeta Ardiente.
Pero un día se puso más agresivo, o agresiva, ya que nadie sabe si
es macho o fémina, un día que no quiso dejar supervivientes, un
día, en el que al parecer, alguien le hizo mucho daño...
Todo empezó en París, abril de dos mil quince, en un museo. Ese día
había un novato, un aspirante a guarda nocturno listo para ser
adiestrado por su compañero. En ese momento, su jefe lo llevaba
hacia la sala de vigilancia con él.
—..Y aquí será tu puesto de
trabajo—empezó el capataz mientras entraban.—Este será
tu...maestro por asía decirlo—dijo señalando al
guarda.—François—empezó a decirle a éste,—este será su
nuevo compañero, Valentine.
Valentine y François se dieron
la mano.
—Bueno, te lo dejo a ti—dijo
el capataz mientras se iba.—Suerte chicos.
François tomó un par de
linternas y unas llaves, luego miró a su nuevo compañero y le dijo:
—Vamos.
Empezaron a hacer una ronda por
el museo mientras François le iba contando la explicación de ese
nuevo empleo para Valentine.
—Bienvenido al museo, cada día
al empezar tenemos que hacer una ronda de seguridad y al acabar
igual, el trabajo es desde las once de la noche hasta las siete del
alba. Durante el periodo entre las dos rondas nos sentamos en la sala
de seguridad mirando las cámaras de vigilancia y si vemos algo
sospechoso vamos al lugar y hacemos una ronda intensiva solo por la
sala—empezaron a entrar por salas diferentes,—ya ves que el museo
es algo variado, tiene algo de arte, historia, etc. En un día dentro
de la norma solo miramos las cámaras, suelen ser la mayoría pero,
cuando algo es sospechoso, ya sabes. Nunca se había colado nadie
aquí, así que tu estancia se puede decir que será tranquila.
Entraron en una sala, la sala de
la joyería, joyas y piedras preciosas estaban en vitrinas al lado de
las paredes. Todas excepto una. En el centro había un diamante del
tamaño de un puño. Esa sala tenía cámaras en todos los rincones.
—¿Por qué esta sala tiene
más cámaras que las otras?—preguntó Valentine.
—Por eso—señaló François
al diamante del centro.—El Diamante Regente, nuestra mayor
posesión.
—Parece una piedra digna de un
rey.
—Sí, pero también es
conocida como la piedra asesina. Todos y cada uno de sus antiguos
poseedores han tenido que matar al anterior para quedárselo,
incluido Napoleón Bonaparte. La llevo en su espada. En teoría el
diamante era algo más grande, pero por una mala talla se quedó en
este tamaño.
Volvieron a la sala de
seguridad, François se dirigió a algo que parecía una cafetera.
Preparó dos cafés y le sirvió uno a su compañero.
—Bueno novato, ¿alguna duda?
—No sé, creía que el trabajo
sería más emocionante no tan...
—¿Sencillo?
—Oui.
—No te creas todo lo que ves o
juegas, esto no es ni Noche
en el museo
o Five nights as
Freddy.
Solo se vigila, nada más. Además con el mundo cada vez más
moderno, ya casi nadie se atreve a robar en un museo.
Unas horas más tarde, hacia las
cuatro de la noche, François se había quedado dormido mientras
Valentine observaba las pantallas de lo que mostraban esas cámaras.
Cuando de repente en una de los monitores vio una llama de fuego
flotando.
—François—le movió el
brazo para despertarlo,—¿qué es eso?
François se acercó a la
pantalla, en aquel momento, por un microsegundo apareció y
desapareció un rostro en esa pantalla. La alarmas empezaron a sonar
y ese rostro empezó a hacer lo mismo por las otras pantallas de
manera aleatoria, y cuando llegó a la última, las alarmas cesaron.
—¿Qué ha sido eso?—preguntó
Valentine asustado.
—Que alguien se ha colado en
el museo y se está burlando de nosotros. Vamos por él.
Cogieron las linternas, las
llaves, unas cachiporras y un par de pistolas. Salieron de la sala y
se fueron por los pasillos. En un momento, de dividieron para ir más
rápido en la búsqueda. François entró en la sala de las torturas
y Valentine en la de la joyería, que estaba enfrente.
François
empezó a registrar a fondo la sala, no había nada fuera de la
norma. Solo veía a donde él apuntaba con la linterna. Pero notaba
como alguien estaba cerca de él. De repente la puerta se cerró, fue
corriendo a abrirla y vio que le habían encerrado, buscó sus llaves
pero...alguien se las había robado. En ese momento su linterna se
apago y se rompió. Sacó su pistola pero algo muy rápido se la
arrebató, al igual que su cachiporra. En medio de esa oscuridad, oye
como unos pasos se acercan a él y nota como un índice caliente le
frota la frente. Siente que su cuerpo empieza a abrasarse, lo ve
rodeado de llamas y empieza a gritar.
Valentine lo oyó desde la otra
sala, corrió en su búsqueda para proporcionarle socorro, pero se
encontró con la puerta cerrada. La abrió y entró, pero ya no se
oía nada. Empezó a iluminar la sala con la linterna. Alumbró la
guillotina por un momento, vio como la cuchilla bajó sola. Se
asustó. Se fue caminando mirando por los lados hasta que chocó con
algo. Lo alumbró y vio el cadáver chamuscado de su compañero
colgado de la guillotina.
—¿François?
Miró a los lados con más
temor, si François había muerto hacía escasos segundos, el asesino
seguiría allí, eso fue lo que pensó el novato.
—¿Quién hay ahí?
De repente oye unas voces
cantando...
Cuando calor empiezas a sentir
y unas llamas de fuego ves
venir,
tu peor pesadilla ya está
aquí
dispuesta para hacerte sufrir.
Soy un ser hecho de oscuridad,
soy una sombra que siempre
arderá,
soy aquél a quien más
temerás,
soy Kasai Maguma,...
De
la nada, delante de él apareció un ser negro de ojos grises y
blancos cubierto por una extraña aradura naranja y amarilla que
tenía forma de fuego.
—El que te quemará—dijo
mientras se aparecía.
El guarda le apuntó con la
pistola pero Kasai había desaparecido entre llamas. Detrás del
guarda volvió a aparecer de otro fuego.
—Tu amigo era algo viejo para
un trabajo como este, y tú algo miedica.
El guarda disparó, pero la
velocidad de Kasai le llevó a la otra punta de la sala.
—Demasiado lento, ¿quieres
algo de ventaja?
Kasai puso piernas rectas y
brazos cruzados, Valentine le disparó y vio como las balas
penetraban, pero ardían al penetrar, significaba que era inmune.
—Vaya—dijo Kasai,—unas
cosquillas de vez en cuando no sientan mal.
Valentine empezó a correr,
salió por la puerta y giró por el pasillo, pero se encontró con
Kasai de nuevo.
—¿A dónde te crees que vas?
Kasai agarró al guarda por el
cerebro y empezó a apretar. Cada vez que ponía más fuerza, el
guardia emitía un grito mayor. Empezó a sangrar por los ojos, la
nariz, la boca y los oídos. Luego, le empezaron a arder. Y
finalmente su cabeza explotó. El cuerpo cayó al suelo, de la
tráquea el esófago salían unas cuantas llamas.
—Humanos—dijo Kasai pateando
el cuerpo del guarda,—siempre tan predecibles.
Se fue directo a la sala de
joyería, entró y se fue hacia el Diamante Regante. Toco las
esquinas de la vitrina. Éstas empezaron a tener una pequeña llama
inofensiva a cada centímetro.
—Iniciando transporte del
Diamante Regente.
Chasqueó con los dos dedos
señalando el diamante, las llamas se fueron al objeto haciéndolo
iluminar con un tono naranja. De repente una pequeña explosión
rodeó el diamante y cuando se fue la polvareda, la piedra no estaba.
Kasai empezó a salir
tranquilamente del museo. Cuando llego a la puerta principal, oyó
unas voces por el megáfono.
—Salga con las manos en alto,
tenemos el edificio rodeado.
Kasai observo que en la entrada
había por lo menos trece coches de policía, unos veinte hombres del
servicio detrás de las carrocerías para cubrirse.
—Esto será divertido.
Kasai salió levantando las
manos, mientras obedecía sus órdenes, oía cómo murmuraban.
—¿Creéis que es esa...Saeta
Ardiente?—decía un policía por su izquierda.
—No lo sé—dijo otro, luego
se puso al megáfono.—Dé dos pasos al frente y de media
vuelta—Kasai obedeció esa orden,—ahora tire toda arma que lleve
encima.
—Como desee.
Kasai bajo los brazos y de su
cuerpo salieron unas llamas que devastaron el lugar, levantaron los
coches más cercanos, seis coches, y los expulsó a cien metros cada
uno haciéndolos explotar. Los policías buscaban cubierto mientras
Kasai corría hacia cada vehículo haciéndolo explotar con su
impacto. Mientras lo hacía, notaba balas que penetraban pero que no
le causaban dolor, oía a los policías gritar e incluso exclamar la
frase “es la Saeta Ardiente”.
Cuando acabó con él último,
vio como los policías le miraban con temor, se ayudaban unos a otros
para escapar. El atrajo todas las llamas que produjo. Cuando todas
llegaron a él, éste saltó dejando un rastro de fuego y se dirigió
volando hacia el sur.
Continuará.
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