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Pestañas (Basta con pasar el ratón)

martes, 16 de febrero de 2016

1-La Sombra

Muchas historias comienzan y acaban en solo un par de palabras, pero otras se hace muy extensas. Éstas tienen un origen y un final con un camino que se forma en años y han terminado por tener fragmentos hundidos en el misterio. Y la historia que os traigo hoy es una de ellas. Una leyenda que ha transcurrido por el paso de los años, y aunque parezca irreal...es cierta.
Como toda historia, hay un comienzo con una fecha exacta, y ésta comienza en Nueva York, exactamente el 16 de febrero del año 2013. Eran cerca de las doce de la noche cuando una silueta tapada por una capucha negra entra en un bar del Bronch. Dicha silueta, causa un silencio al entrar, un silencio que dura unos pocos segundos.
Cuando el establecimiento cobra sus murmullos de la gente que estaba en él, el encapuchado va hacia una mesa, una mesa donde estaba sentado un hombre custodiado por otros dos hombres algo más grandes.
—Déjame pasar—dijo el encapuchado a uno de los guardaespaldas.
—Ya le has oído—dijo el hombre de la mesa,—puedes fiarte de él.
El guardaespaldas hizo caso y se apartó, el encapuchado sigue su camino hasta sentarse en el lado opuesto de la mesa.
—Me alegra verte, Qwerty—dijo el hombre.—Supongo que ya has hecho el trabajillo que te mandé.
—Vengo a cobrar la otra mitad—dijo el encapuchado.
—Ya, eso supongo, pero antes tómate algo, invita la casa.
En ese momento, el hombre hizo un gesto y una camarera trajo un par de jarras llenas de clara, una bebida que consta de cerveza y limón. Qwerty tomó una al mismo tiempo que el hombre tomó la otra, brindaron y los dos dieron un trago.
—Me gustan las claras—dijo Qwerty,—sobretodo cuando les meten veneno.
—¡Vaya!, deduzco que son ciertos los rumores de que eres inmune al veneno.
—Y no te culpo por comprobarlo—dijo Qwerty apartando la jarra,—aunque intuyo que no querías comprobarlo.
—Entiéndelo—dijo el hombre sacando una pistola y apuntando a Qwerty,—la cantidad que pediste fue exagerada, con suerte pudimos pagarte la primera mitad y casi no me llega para los míos.
—Algo se te ocurrirá, al fin y al cabo eres el capo de una banda. Y sino, no haberme contratado, ese trabajillo podríais haberlo hecho vosotros, pero me pedisteis a mí que lo hiciera porque nadie lo hace mejor en este mundo que cierto servidor.
—Tú lo has dicho, pero aunque nadie sepa tu rostro y a pesar que eres el mejor mercenario que nadie pueda contratar, hay un precio por tu cabeza.
—¿Sabes?, es curioso que digas que no puedes pagar la segunda mitad, porque sé que toda esta gente es de tu supuesta familia, sé que este garito español de mala muerte también es tuyo. Y ahora mismo estoy sumando todo.
—¿Qué quieres decir?
—Muy sencillo, la caja registradora, vuestras billeteras, cuentas bancarias,etc. Esa suma da el doble del precio puesto al inicio, lo que significa que si cogéis un cuarto de esa suma la deuda estará pagada.
—¿Cómo lo sabes?
—Tengo mis trucos.
En ese preciso instante todos los individuos que estaban en el bar empezaron a sacar sus armas. Pístolas, revólveres, escopetas... Todas apuntando a Qwerty.
—Creo que te has equivocado al venir aquí amigo—le dijo el hombre.
—Ya veo—dijo Qwerty poniendo su dedo sobre el borde de la jarra,—pero yo no me he equivocado al venir aquí, sino que vosotros os habéis equivocado al no pagarme porque hay algo que no sabéis—cogió la jarra y se tragó el resto de la clara que contenía,—y ese algo que no sabéis es que la oscuridad es traicionera.
Justo al decir eso, el bar se llenó de oscuridad durante un segundo. Pasado ese tiempo, todos los que había en el bar, a excepción del hombre y de Qwerty, estaban en el suelo muertos por enormes zarpazos que los habían desangrado. Sus billeteras estaban vacías y sus armas en el suelo. La caja registradora estaba abierta y vacía. Qwerty estaba en el mismo sitio solo que tenía los pies encima de la mesa y estaba contando un buen fajo de billetes.
—Revisa tus cuentas bancarias y todo lo que quieras—le dijo Qwerty al hombre—ya no te queda nada, no has querido pagar y la ruina te ha venido encima.
El hombre empezó a disparar, pero vio que ninguna de las balas surgía efecto sobre Qwerty.
—¿Quién eres?—dijo el hombre asustado.
—No me llamo Qwerty...
En ese momento, las sombras del hombre empezaron a elevarlo unos metros. Algunas de ellas empezaron a meterse por la boca, la nariz y las orejas provocando un gran dolor en el hombre. Qwerty bajó su capucha dejando mostrar el rostro de un joven de diecisiete años de edad con una melena marrón y cubierto solo por unas gafas negras con trece púas.
—Me llamo Musha.
Dicha esa frase, las sombras que estaban en el interior del jefe de la banda empezaron a salir por todo el cuerpo teniendo aspecto de unas enormes púas sangrientas. Musha hizo un gesto y las púas de sombra partieron en pedazos al jefe para rematarlo.
Musha volvió a ponerse su capa, se fue detrás de la barra y vio a la misma mujer que antes le había servido las jarras de clara aturdida. Musha se agachó, le corrió un flequillo hasta ponerlo detrás de su oreja y luego le dio un par de bofetadas.
—¡Despierta!—le dijo.
La mujer se despertó frotándose las mejillas, se levantó y vio el lugar de la escena.
—¿Qué ha pasado?—preguntó.
—Supongo que mi movimiento darkness te ha aturdido, pero tranquila, sabía que no eras de su banda desde que entré—le respondió Musha.
—¿Sabes lo que has hecho?—se quejó la chica.
—De sobras.
—Soy agente del FBI, llevábamos tras esta banda años y tú vas y los matas en un segundo.
—Vaya, ¿desde cuando la APM hace que sus agentes se pasen por agentes de otras agencias para que tengan una tapadera dentro de una banda?
—¿Pero cómo has...?
—Porque soy Qwerty—le dijo Musha,—aunque si eres de la APM, significa que no estás por ellos sino por mí.
La agente estaba cada vez más sobresaltada.
—Veo que buscas saber como lo he averiguado, muy sencillo—empezó Musha.—Tanto los objetivos de la FBI como de la APM y otras agencias son mayores que una banda. Y la única capaz de llegar hasta mí es la APM, ¿y sabes porqué?
—Todos lo sabemos, trabajaste para nosotros hace años.
—¿Y qué queréis ahora?
—Regi te espera en tu apartamento.
Aunque no lo parezca, Musha creía que no sabría de la Agencia de Protección Mundial en años, y menos del Capitán General Rubeus Regi.


Continuará.


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