Konran,
Fupo, Ram y Heishi se despertaron aquella mañana bañada por el alba
reluciente. Se encontraron con Kasai calentando las sobras del jabalí
de la noche anterior. Se sentaron para tomar el desayuno y, al
terminar, volvieron a ponerse de pie.
Pusieron
rumbo hacia la puerta de la guarida de los varos. Llegaron a la zona
siniestra y abrigada por hojas negras y se mantuvieron esperando. Al
cabo de unos momentos, los árboles que les rodeaban empezaron a ir hacia el centro del lugar. Cuando avanzaron unos metros, se cogieron
de algunas ramas entre ellos y con las que les sobraba las llevaron
al centro de ese solar. Esas ramas crecieron hasta llegar al
centro y unirse.
Las
hojas del suelo empezaron a volar hacia el centro de las amas y
empezaron a formar espirales sin parar. Los chicos se apartaron un
poco al ver que empezaron a formar un haz de luz que iba hacia el
suelo. El haz de luz empezó a volverse más grande hasta que empezó
a divisarse una puerta de barrotes que brillaba, una puerta de oro
blanco. La puerta se abrió mostrando en su interior mucha oscuridad,
demasiada oscuridad.
Pasaron
bajo el portal. Descubrieron que esa oscuridad era una cortina muy
fina que cubría una sala muy peculiar. Aunque esa sala tuviera
suelo, paredes y techo, parecía que estuviesen sumergidos dentro de
un universo solamente formado por estrellas.
En
unos momentos, todas aquellas estrellas se fueron fugazmente al lado
contrario de la puerta. Empezaron a formar otra, solo que ésta era
de luz. Pasaron por ella y se encontraron en una cueva de rocas
negras. Era algo oscuro pero tenían la suerte de que Kasai iluminaba
parte de la zona.
—Sinceramente—dijo
Ram,—me esperaba más.
—Nunca
juzgues un libro por su portada—le sugirió Kasai.
—Estoy
con Kasai—dijo Heishi,—estos seres pueden tener muchos ases bajo
la manga, ya oíste a los ianes, ellos les tienen miedo y hay que
tener en cuenta que los ianes son muy duros.
—Ya—dijo
Konran,—pero tenemos a Kasai, él ya ha matado a uno.
—Sí,
cierto—dijo Kasai añadiendo,—pero ese varo no se lo esperaba,
fue como hacer trampa.
—Intrusos—dijo
una voz,—Konran, un hombre hecho de helado. Heishi Hacka,
mercenaria humana. Ramrod Dansu, un mestizo entre valquiria y humano.
Fupo Ecuso, ser indefinido. Y alguien que cree que se llama—en ese
momento apareció un varo,—Kasai Maguma.
—Me
llamo así—le dijo Kasai.
—Ambos
sabemos que no es cierto,—dijo el varo.—Puede que hayas olvidado
tu patética vida anterior.
—¿Y
que sabrás tú?—dijo Ram sacando su pistola y apuntando al varo.
—Desde
que don antorcha mató a uno de los nuestros, hemos estado
investigando. Han pasado dos día en la Tierra, pero aquí han pasado
cuatro, suficiente para ver toda tu vida, desde tu nacimiento hasta
tu muerte, añadiendo tu resurrección como Kasai Maguma hasta ahora.
Lo sabemos todo, amigo.
—¿Cómo
que todo?—pregunto Heishi reaccionando de la misma manera que Ram.
—Todo
lo que le concierne a él y a todo aquél que le haya rozado—dijo
dirigiéndose a Kasai.—Como conociste a Ram, como encontraste a
Konran, como perdonaste a Heishi,... todo Kasai, hasta tu romance con
Ora. Y viendo eso, fuiste algo anticuado para lo que se hace en
vuestras épocas.
—¿Sales
con Ora?—le preguntó Ram a Kasai.
—Eso
ahora no viene al caso.
—También
sabemos que no puedes vivir sin tu armadura.
En
ese momento, otros cuatro varos se dirigieron hacia Ram, Konran, Fupo
y Heishi. El varo que les había hablado desde el principio hizo lo
mismo con Kasai. Cada Varo entabló una batalla con el miembro del
grupo de Kasai que le percataba.
Kasai
intentó resistirse ante los golpes de su oponente, pero cada uno de
ellos era de una fuerza que nunca había experimentado. Entre los
golpes del oponente y los choques de las rocas, su armadura se iba
desquebrajando.
En
unos momentos, el varo paró y le miró. Kasai tenía la armadura que
se le caía lentamente.
—Fíjate,
la Saeta Ardiente a punto de apagarse—se burló el varo.
Kasai
miró su armadura. Miró como parte de ella se caía de lo rota que
estaba. Kasai se quitó el resto,sin contar el brazalete y dejando el
casco como lo último.
—¿Esto
es todo lo que sabes hacer?—le preguntó levantándose.—Veo que
puedes romper mis armaduras, pero no puedes con una persona.
—¿Pero
cómo...?
—Tú
lo has dicho, soy la Saeta Ardiente.
Kasai
dio un golpe a su casco con el pie haciéndolo levantar. Lo cogió en
el aire y golpeó, con las púas de la corona del casco, al varo
arrancando su cabeza de cuajo. En ese momento, mientras la cabeza del
varo rodaba por el suelo, los otros varos pararon sus batallas
mirando asustados a Kasai.
—Decidle
a vuestro jeme que Kasai Maguma está aquí y que no hay bombero que
pueda apagarle—les dijo Kasai.
En
ese momento, los varos se fueron corriendo. Konran, Heishi, Ram y
Fupo fueron con Kasai, cada uno tenía sus heridas: Ram tenía una
cicatriz en la mejilla, Haishi tenía moratones en la frente, Konran
tenía un par de galletas rotas y Fupo un tornillo suelto que se
colocó rápidamente.
—No
hay bombero que pueda pararte, ¿eh?—le dijo Heishi.
—¿Que
querías que dijera?—le dijo Kasai soltando el casco, luego se
dirigió a todos.—¿Listos para entrar en la boca del lobo?
—Claro—dijo
Ram enfadado,—pero al salir tú y yo hablamos de lo de Ora.
Continuará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario