Buscar este blog

Pestañas (Basta con pasar el ratón)

domingo, 4 de septiembre de 2016

2-Entrando.

Aleix y Mercé llevaban varias de semanas entrenándose en las instalaciones de los Pro38. El avatar de Mercé estaba casi listo para poder usarse.
El uno de septiembre del mismo año, les condujeron a una sala donde empezaron a explicarles la misión que debían hacer.
—Durante los últimos meses—empezó Pro,—el virus ha empezado a contagiar a todos que habita ese submundo. Pero ya lo teníamos previsto, por eso vuestro entrenamiento a tenido más duración.
En ese momento, Sabio entró. Era un hombre sentado en una silla de ruedas dirigida por unos mandos muy sofisticados.
—La misión consta de llegar a donde empezó ese virus, y nuestros últimos datos sitúan que empezó en las coordenadas x13 y04 z15.
—Pau se quedó ceca de esos puntos—continuó Pro,—en algo llamado el Tártaro. Allí será donde apareceréis, os guiaremos para llegar a ese punto lo más rápido posible. Cada uno de vuestros avatares trae consigo una muestra de nuestro virus S.
—¿Qué es?—pregunto Aleix.
—Un complemento altamente destructivo, tanto como R. Pero solo tiene una función: fusionarse con el virus R—empezó a explicar Sabio,— y esa fusión crea lo altamente destructivo, pero solo afecta al virus, no a quien lo lleve.
—¿Preguntas?—dijo Pro.
—Solo un par—dijo Mercé,—la primera: si me habéis hecho un avatar, ¿por qué no os habéis hecho uno a vosotros y os ahorraríais meternos?
—Lo hicimos—respondió Pro,—pero todos cayeron, y ene se mundo solo se puede tener un avatar, así que nadie de los Pro38 puede volver allí. Y cómo Aleix tenía un ADN bastante compatible con su hermano, solo requería unos cambios poco importantes.
—Eso me deja a mi una pregunta—dijo Aleix,—si tuvisteis vuestros avatares e hicisteis el Sueño Asaético, eso implica que vuestros avatares murieron. ¿Por qué mi hermano no volvió?
—Porque nuestros avatares tenían un mecanismo de seguridad que tu hermano no tenía, la autodestrucción. Autodestruir nuestros cuerpos hacía volver nuestra alma y nuestra mente. Pero Pau no lo tenía, su avatar se murió, y su alma y mente quedaron atrapadas en ese submundo, esperando volver. Pero no le podemos dejar entrar.
—Por lo de R—comprendió Aleix.
—Así que inhabilitar el virus, podría hacer volver a Pau también—terminó Sabio.
—Segunda pregunta—siguió Mercé,—¿por qué aparecernos en el lugar en que Pau murió como avatar?
—Nosotros no llegamos tan cerca, Pau sí—respondió Pro.
—La autodestrucción—empezó Aleix,—solo se usa en caso de que R esté a punto de entrar, supongo.
—Sí—afirmó Pro,—y ahora Sabio os dirá la equipación que tendréis en vuestros avatares.
—En primer lugar—empezó Sabio mostrando una pantalla,—ambos vestiréis con atuendos a vuestras nacionalidades, como la costumbre que soléis tener. Cada prenda de ropa no solo es cómoda para el movimiento, sino que os protegerá de las balas y el fuego. No sabemos qué encontraréis allí, así que os hemos puesto armas. Aleix, tú llevarás un dispositivo en el brazo izquierdo que te permitirá disparar cuatro proyectiles diferentes. También te hemos puesto un bate para el cuerpo a cuerpo. Mercé, tu tienes un arma peculiar, un bumerán que se puede usar como pistola de plasma, además de un cuchillo, que lleva unos mecanismos que te permiten recuperarlo en caso de que lo lances, y una tonfa. Para comunicarnos con nosotros, vuestros avatares tienen unos dispositivos en el oído, boca y ojo.
—Muy bien—volvió Pro,—mañana entraréis, debéis descansar esta noche.
Aleix y Mercé se fueron cada uno a sus habitaciones. Se metieron enseguida en la cama, porque el día de mañana les esperaba lo más duro y doloroso que jamás iban a tener, según ellos creían.
A la mañana siguiente, habiendo desayunado, los dos amigos fueron conducidos a una sala donde tenían tres cabinas con forma de tubo. Una de las cabinas estaba ocupada por Pau. Las otras dos estaban vacías.
Aleix vio a su hermano, en ese momento Mercé le puso la mano encima del hombro.
—Tranquilo, ya verás como volverá—le dijo.
Aleix vio que en una de las paredes de esa blanca sala había un vidrio. Supuso que detrás estarían las computadoras de mandos para el Sueño Asaético.
Ambos se metieron en las cabinas y vieron como el cristal curvado de cada una empezaba a descender hasta cerrarse. Después, cada uno notó los pies y las manos atadas con una barra de acero. Lo mismo sucedió con la frente de la cabeza.
—Es por seguridad—les tranquilizó Pro a través de los auriculares de la sala.
En ese momento notaron como un gas empezaba a expandirse dejándolas dormidos. Aleix notó como los auriculares empezaban a sacar las palabras de Pro diciendo: “escaneando usuarios”, “transfiriendo datos” y “virtualición”.
Aleix notó como la luz le venía, notó muchas turbulencias y una fuerte brisa. Cuando todo eso terminó, vio que estaba en un lugar siniestro, una caverna de tierra negra con agua demasiado azul.
Vio que vestía una camisa de la selección española de fútbol con el número 13 y su nombre, unos pantalones cortos blancos, en la mano derecha un guante que solo le cubría la mano, el dedo índice y parte del corazón y anular. En el brazo izquierdo vio que tenía dos brazaletes, uno en la muñeca y otro en el codo, unidos por cuatro saetas de colores dorado, cían, naranja, y platino. Pero al ver los pies, vio que le faltaba el pie izquierdo y parte de la pierna.
—Pro, creo que ha habido un problema—dijo Aleix.
—Lo sabemos Aleix, lo estamos solucionando. Por desgracia, como ya has entrado en tu cuerpo no podemos añadirte una pierna de carne.
Aleix vio como en el resto de la pierna que le faltaba empezaba a aparecer una prótesis que constaba de una barra de acero con una suspensión negra y un pie de plástico cubierto por el resto del calzado, unas botas de montaña. Vio que en el suelo estaba el bate que le pertenecía y lo cogió. Miró a sus alrededores y vio a Mercé a unos metros.
Cuando se reunió con ella, vio que estaba vestida con una camisa gris con dos estampados, un águila cogiendo un planeta con tres órbitas por delante y la bandera de los Estados Unidos por detrás. Tenía unos pantalones tejanos que le llegaban a las rodillas, unas botas militares negras, el mismo guante en la mano izquierda, un brazalete que parecía la señera catalana y una banderín de España que daba media vuelta a su cintura. También vio en su brazo izquierdo la tonfa y en el otro lado de la cintura la vaina con el cuchillo, el cual tenía un anillo en la empuñadura.
—Bien chicos, que os parece—les dijo Pro.
—Está bastante bien—dijo Mercé.
—Excepto las flechas—dijo Aleix,—bloquean el movimiento, ¿podéis hacer algo?
En ese momento, el artilugio del brazo de Aleix empezó a encogerse hasta ser solo un brazalete negro en su muñeca con las cuatro saetas midiendo solo trece milímetros.

Continuará.

No hay comentarios:

Publicar un comentario