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Pestañas (Basta con pasar el ratón)

martes, 10 de noviembre de 2015

11-Camino al fin [1]

Kasai se despertó a la mañana siguiente. Había dormido en la cama de Ora, con ella, toda la noche. Se puso la armadura y se fue sigilosamente a la casa abandonada. Fue buscando por los cajones de los armarios y cómodas con sumo cuidado de no despertar a nadie. Encontró un líquido somnífero y una geringuilla. Cuando iba a cargarla del líquido, se oyó una voz.
—¿Dónde has estado?
Kasai se giró y vio que Átomo le miraba.
—Eh, bueno, mejor no saberlo—le contestó
—Ya, ¿y para qué es eso?
—Misma respuesta.
—¿Vale?,¿cuándo os vais?
—Ya mismo, vaya despertándoles, a todos. Yo voy a hacer algo rápido, diles que me esperen en la plaza.
Kasai se fue corriendo a la casa del jefe de la aldea, entró con cuidado y subió hasta el cuarto de Ora de nuevo. En cuanto la vio dormida. Dijo en susurros:
—Lo siento Ora, pero tu pueblo te necesita más que yo.
Habiendo dicho esas palabras, se sentó en la cama, le acarició la melena y le inyectó toda la dosis del somnífero. Al finalizar, se fue andando a la plaza. Allí se encontró a Heishi, Konran y Ram con el jefe, estaban hablando.
—Vaya, Kasai, espero que hayas pasado buena noche—le dijo el jefe.
—La verdad señor, no me puedo quejar.
—Muy bien, perfecto.
En ese momento, llegó el doctor acompañado de una criatura de aspecto humano, pero ésta llevaba un exoesqueleto y la boca sellada, un ojo era verde esmeralda y el otro azul aguamarina.
—Kasai, te presento a tu nuevo hermano—le dijo el doctor,—te dejaría también a Ogama, pero creo que debería quedarse aquí.
—Estamos todos—dijo Heishi.
—Muy bien—dijo Kasai,—id tirando, ahora os alcanzo, tengo que hablar con el jefe a solas.
Mientras ellos obedecieron, Kasai se quedó con el jefe al mismo tiempo que el doctor se volvía a la choza.
—Su excelencia, señor, majestad o como sea—empezó Kasai,—sobre Ora...
—Sé lo que has hecho con ella, Kasai.
—Ya, en primer lugar, era solo para distraerla, y en segundo lugar, le he puesto un somnífero. Puede tardar semanas en despertar a no ser que le inyectéis esto.
Sacó una jeringuilla con un líquido extraño.
—Eso debería despertarla de manera instantánea, pero hacedlo en el momento de la batalla, seguro que ya estaremos lejos y así decide quedarse.
—Muy bien—dijo el jefe tomando la jeringuilla,—pero debes saber uqe no me gusta que andes cortejando a mi sobrina.
—Solo por distraer, no espere ni un noviazgo ni una boda ni nada, y mucho menos a...¿cómo se diría?, ¿un sobrino-nieto?
—Anda, vete ya.
Kasai se fue de inmediato para reencontrarse con su grupo. Cuando los alcanzó, le preguntó.
—¿Alguien sabe cómo llegar?
—Eso comentábamos—dijo Ram.
—Nadie—dijo Heishi,—pero he oído rumores, la mayoría en Italia, cerca de Mónaco.
—Eso viene cerca—dijo Kasai,—Oye Fupo, ¿no sabrás teleportarte por casualidad?
En ese momento, Fupo empezó a iluminarse de verde. Acabó soltando un destello verdoso que rodeó a los demás y en un segundo se vieron en un bosque diferente.
—Vaya, es mejor que tu piroportación, Kasai—dijo Heishi.
—Ya, pero reconoce que te encanta—le dijo continuando la broma, luego miró a Fupo,—gran trabajo hermano.
Kasai le ofreció su puño y Fupo lo aceptó chocando los nudillos.
—Creo que no deberíamos estar aquí—dijo Konran.
—¿Por qué?, ¿te has quedado helado al ver algo?—le dijo Heishi.
—Buena gracieta, pero más o menos—dijo señalando una huella.
—Es una huella humana—observó Ram.
—Sí y no, los humanos no andan descalzos, y tampoco es un hobbit porque están extintos. Solo puede ser una cosa de entre dos. Y las dos cosas no os gustarán.
—¿Qué?—dijo Ram.
—Zombis—dijo Heishi sacando su cañón y mirando a los alrededores.
—O algo mucho peor—siguió Kasai.—Sindos.
—¿Sindos?—preguntó Ram.
—No te alejes de mí, Ram— le dijo Heishi.
—Pero sí de mí, éstos solo comen cualquier tipo de carne y lo pero es que..les atrae demasiado el calor.
—Si te arañan, sus uñas te inyectan un veneno que te hace ser como ellos, si te muerden muerto estarás—empezó Konran,—son la mar de veloces y el agua los desintegra..
—¿No habrá un estanque por aquí?—preguntó Heishi.
—Creo que no—afirmó Kasai,—pero ellos sí.
Señaló a lo alto de una colina, empezaron a salir un buen grupo de sindos que inmediatamente empezaron a bajar corriendo hacia ellos.
—Huid, yo me encargo—dijo Konran.
—¿Qué?—dijo Kasai.—Ni hablar...
—Hazme caso, no soy carne ni calor, a mí no me pasará nada.
Kasai cogió a Ram y Heishi empezó a correr, Fupo empezó a seguirles. Konran se fue en sentido contrario, hacia los sindos. Al cabo de unos momentos, le dijo a Heishi:
—Cuida de Ram y seguid corriendo—luego se dirigió a Fupo,—veamos que más sabes hacer.
Kasai y Fupo se detuvieron y se quedaron esperando a la manada de sindos. En cuanto aparecieron, Kasai formuló unas palabras:
—Muy bien, hijos de vuestra madre, veréis quien es la Saeta Ardiente.
En ese momento, empezó a expulsar llamas de su cuerpo y se dirigió hacia los sindos. Pero de repente frenó. Fupo le había pasado por su lado, pero no ardía, sino que relucía e iba por lo menos tres veces más rápido. Se quedó mirando a Fupo, cada impacto que daba se convertía en una explosión de luz verdosa que desintegraba a todos los sindos que eran rodeados por ella.
Kasai miró unos segundos más atrde a sus alrededores y vio que estaba solo.
—Cada vez me siento más inútil.
Empezó a dirigirse a donde se habían ido Ram y Heishi. Corría sin parar por todos aquellos lares hasta que los encontró, rodeados entre los sindos y unas rocas. Heishi y Ram les disparaban para alejarles, pero no daban resultados. Kasai trazó una barrera de fuego entre sus amigos y los sindos. Vio a Heishi y Ram como empezaban a subir las rocas.
—Antes de empezar—les gritó a los sindos—¿alguno quiere plantearse seguir viviendo, rendirse e irse a su casa?
En ese momento, los sindos se dirigieron hacia él, pero Kasasi saltó llevándose el fuego de la pared que había trazado. Mientras se elevaba, observaba a los sindos trepar por los árboles para alcanzarle.
—Cuando las saetas son arrojadas con altitud...—dijo mientras se alzaba, luego, al ver su altura, frenó y empezó a descender en picado habiendo recogido todas las llamas—caen como meteoros.
En ese momento, Kasai impactó con la tierra formando una expansión que desquebrajó a todos los sindos y árboles de un buen radio y formó un buen cráter. Kasai se levantó del suelo, Heishi fue corriendo para agarrarle ya que le notó debilitado.
—Me siento mareado—dijo Kasai.
—Lo veo.
En ese momento, más sindos empezaron a aparecer y a ir hacia ellos. Se vieron muerto por unos instantes hasta que unas figuras gigantescas y grisáceas empezaron a embestirles.
—¿Qué son?—preguntó Heishi.
—Ianes, unos gigantes hechos de metales como acero, platino...—le contestó Kasai.
Cuando los ianes hunieron acabado de destrozar a todos los sindos, se dirigirona Kasai y compañía. Uno de ellos se adelantó y empezó a decir:
—Vaya, un niño y una mujer de raza humana...
—Yo sí lo soy—dijo Heihi,—pero él es mestizo.
—Y un...¿qué eres tú?—le dijo a Kasai.
—Eh...
—Seas lo que seas, este no es vuestro territorio. No os vamos a destrozar porque con vosotros si se puede razonar.
—Ya pero—empezó Kasai,—estamos buscando pistas sobre el paredero de los varos.
—No busques muchacho, no busques, vete.
—Kasai—se oyó lavoz de Konran de lejos.
En unos segundos, Konran y Fupo se encontaron con ellos.
—Vaya, por fin os encuentro—dijo Konran.
—Vaya—volvió a decir el ian,—así que el chiste concluye con un helado y ...un medio hermano nuestro.
En ese momento, Fupo se miró las manos, las bajo y levantó los hombros.
—Mire señor gigante de hierro—le dijo Heishi.—Nuestro pueblo va a ser atacado por los varos, y tenemos la misión de “negociar” con su líder, es decir, cargárnoslo.
—Suicidio—dijo.
—Solo queremos saber pistas, no pedimos terrenos y levantar una ciudad—dijo Kasai.
—Nadie ha matado a un varo nunca—dijo de nuevo el gigante.
—Quemé vivo a uno ayer mismo, cerca de Barcelona—le dijo Kasai.
—No me lo creo—discutió el ian.
—No si eres la Saeta Ardiente.
En ese momento, otro de los ianes se adelantó y le susurró algo al oído.
—De acuerdo Saeta y compañía, seguidme.
El jefe de los ianes empezó a guiarles por el bosque.
—La puerta de los varos aparece una vez a la semana, luego se cierra y no se abre hasta la semana siguiente, pero cambia de lugar. Nosotros vimos el patrón que usan, así que ahora se nos es fácil estar prevenidos.
Llegaron a una zona del bosque cubierta de una alfombra de hojas negras.
—Estas hojas aparecen veintiséis horas antes de que la puerta aparezca, hace un par de horas que las hemos visto. Solo tenéis que pasar la noche aquí. Os dejamos estar en nuestros dominios, pero solo por esta vez. Entrad, matadlo, salid y no volváis.
En ese momento, el ian se marchó dejándolos solos.
—Yo no me fiaría—dijo Heishi,—el único ser de hierro que me cae bien es el leñador de hojalata del mago de oz.
—No nos queda más remedio que confiar—dijo Kasai.
—¿Por qué?—preguntó Heishi.
—Porque en cuanto Kasai les ha dicho quien es—continuó Konran,—han visto la oportunidad de librarse de los varos, sus eternos enemigos.
—Ah, vale, mirándolo así—dijo Heishi.
—Tan solo es mediodía—dijo Ram mirando el reloj.
—Buscaremos algo de agua—propuso Kasai.
—Pero la puerta estará aquí—dijo Konran.
—Ya, pero ya sabemos como encontrar la puerta, ademas, los ianes serán nuestros amigos por una noche, pero los sindo no, y Heishi y Ram van a necesitar hidratarse bien.
En ese momento, Fupo se puso a hacer gestos al lado de Kasai.
—Ves, Fupo me apoya—dijo Kasai
—Pero si no habla—protestó Konran,—¿Y si nos perdemos?
Fupo sacó de su mano una zarpa de luz, se dirigió a un árbol y le hizo un corte, Kasai empezó a seguirle con Heishi y Ram detrás. Konran se vio obligado a hacer lo mismo.
De camino en busca del agua, Heshi empezó ha hablare a Kasai.
—Sobre tu relación con Ora...—empezó a decir ella.
—Mira, es cierto que esta noche la he besado y he dormido con ella, pero era solo para distraerla.
—Solo para distraerla, ¿o había algo real?
—Nada era real.
—Kasai, un consejo, no cambies la realidad por algo que no lo es. Te he visto, se te ve cómodo con ella.
Encontraron un arroyo donde pasarían la noche. Heishi decidió irse de caza mientras los demás levantaban un pequeño campamento. Al cabo de un rato, ella volvió con un jabalí en los hombres.
—Lo que sobre para el desayuno.
Kasai cocinó ese jabalí a al brasa, un jabalí que se comieron Ram, heishi y él, debido a que la carne no formaba parte de la alimentación de Konran, y Fupo no se alimentaba de nada. Al terminar, Hesihi subió un poco por el arroyo para lavarse el pelo mientras los demás se acostaban.
Kasai se quedó observando las estrellas durante unos momentos hasta dormirse. En ese momento, se vio en el parque de una ciudad, sentado tranquilo en un banco. Se fijó que Ora estaba también allí, en los columpios con una niña, una niña de carne negra como la oscuridad y el pelo rojo. Unos segundos después, la niña se le acerca y empieza a decirle.
—Papi, papi, ven y empújame.
Kasai se levantó del banco y empezó a empujarle en el columpio con algo de fuerza. Ora se quedó apoyada en una de las patas del columpio sonriendo. De repente gira la cabeza y ve a una mujer rubia que se tropieza un poco más lejos y va a socorrerla. Esa mujer era la misma mujer que Kasai vio en sus visiones del monasterio.
—¿Qué ocurre?—le preguntó Ora.
—Que eres una ladrona—le dijo levantándose la mujer.
—¿Ladrona yo?
—Sí—levantó la cabeza,—me has robado a mi hermano.
En ese momento, ella saca un cuchillo y apuñala a Ora justo en el estómago. Mientras Ora cae en el suelo, Kasai empieza a ver borroso. De repente se levanta con un puño ardiendo y ve que ha estado soñando. Miró a sus compañeros y se dijo:
—¿Y si Heishi tiene razón?,¿y si siento algo por Ora?

Continuará.

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