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Pestañas (Basta con pasar el ratón)

martes, 3 de noviembre de 2015

10-Los últimos Pasos [1]

Kasai y el doctor estaban en la choza abandonada. Átomo seguía regañándole, hasta que al cabo de unos minutos le dijo:
—Mira, estoy dispuesto a olvidar todo si haces la siguiente tarea—le dijo un papel y prosiguió,—esa es una lista de materiales que encontrarás en la ferretería de la ciudad de al lado, Sant Cugat creo que se llamaba. En este pueblucho no los hay así que bajarás a la ferretería más cercana las cogerás y te irás, sin testigos ni escenario, a tu usanza.
—¿Quiere que robe, queme y mate?
—Antes no te importaba, y hace nada querías ir con los demás al aquelarre a matar brujas.
—Porque ellas son malas, esto se trata de sangre inocente.
—¡Como las anteriores!, veo que este pueblo te está cambiando, Kasai. Yo soy tu Padre y te conozco tanto anatómicamente como psicológicamente. Baja y hazlo.
Kasai en este momento bajó a la ciudad, buscó la ferreteria y entró. Se fijó que la ferretería atravesaba toda la manzana, teniendo una puerta en cada lado. Se paseó por los pasillos cogiendo un destornillador de punta triangular, un lapiz soldador y otras herramientas Al tenerlas todas, las puso sobre la caja y el vendedor le dijo:
—Son 105 euros con 35.
—Creo que podría hacerme una rebaja—le contesta Kasai.
Levanto su mano y puso dos dedos sobre la frente del vendedor. Éste noto que cada vez ardían más. Empezó a gritar hasta exclamar dolorido:
—Llévatelos, de gratis.
—Muchas gracias.
En ese momento sale por una de las puertas. Se giró para mirar el umbral de la otra puerta. Empezó a provocar una expansiva fogata. Vio como los ocupantes del local intentaban apagarlo con resultados inútiles. Éstos se dieron cuenta y empezaron a correr hacia la otra puerta, pero Kasai golpeó el aire haciendo salir un largo brazo de fuego que se dirigió hacia la fogata. Cogió sus llamas y luego, metiendo el brazo atrajo su larga extremidad haciendo que las llamas se expandiesen por todo el local. Toda la ferretería ardía haciendo que las almas que había dentro, sin poder salir, ardiesen con ella.
Kasai se dirigió hacia la manzana de al lado y subió al tejado volando. Se quedó mirando su ígnea obra hasta que llegaron los bomberos. Justo cuando éstos entraban, Kasai hizo un gesto en el aire. El incendio se convirtió en una explosión que alcanzó las calles que rodeaban la manzana, haciendo explotar todo vehículo que se hallase ahí. El edificio empezó a desquebrajarse hasta caer. Kasai observó el desastre, las gentes malheridas y otras gentes que iban a socorrer. En este momento se fue por el teclado diciendo:
—Disfrutad de lo que os queda, humanos. Pronto padeceréis. De Kasai Maguma...nadie se libra.
En ese momento oyó unas campanadas. Miró y vio el campanario del monasterio. Se acercó. Entró en el y empezó a decir.
—Me suena este lugar, y no por la fama que tiene por los alrededores.
Se fue hasta el umbral del escenario donde se hallaba el altar. Tocó sus escaleras y empezó a ver extrañas visiones. En ellas se veía a una mujer, rubia, vestida de bodas. Se estaba levantando el velo para mostrar su cara y en ese momento sacó un resplandor.
Kasai miró a sus alrededores. Estaba en la Rambla Egara, en Terrassa.
—Que raro, nunca he estado aquí pro...conozco bastante este lugar.
Fue bajando hasta que vio unas ambulancias y unos policías. También vio un coche en llamas y decidió acercarse. Empezó a preguntar por la gente de la zona, pero nadie le hacía caso. Se miró las manos y vio algo extraño en el. No era negro, sino..humano.Humano y...transparente.
Atravesó la muchedumbre hasta llegar al coche. Los médicos estaban llevándose dos cuerpos. Fue a ver y uno era la mujer anterior, y el otro era un hombre, rubio. Vio la juventud de los dos, parecían de diez y ocho años de edad. Miró hacia el coche, y vio a la mujer, transparente también.
Estaba arrodillada, con las manos en la cara y llorando.
—¿Qué sucede?—le preguntó.
—Eramos tan felices, ¿por qué ha tenido que pasar esto?, ¿por qué se lo ha llevado?
—¿Llevarse que?
—Lo que más quiero en este mundo—dijo ella alzándose.
—¿El qué?
Ella se giró, Kasai vio sus lágrimas y le frotó las mejillas con sus pulgares para secarlas.
—¿Que te han arrebatado?, ¿qué es lo que más quieres?—le volvió a preguntar Kasai.
—Me has olvidado, Ferny, me has olvidado—dio ellas.
En ese momento, se arrodilló y grito con dolor un profundo “no”. En ese momento, Kasai volvía a estar en el monasterio, a oscuras. Salió de él y se fue por las calles hasta llegar al desastre que hacía minutos había causado. Empezó a mirar por alrededor. Los equipos de rescate actuaban sin cesar. Kasai dejó escapar unas gotas de lava de sus ojos.
—¿Qué he hecho?
Miró sus manos negras. Con furia las apretó y se fue de vuelta al pueblo. Corriendo por los bosques sin parar, Kasai notó algo. Corrigió el rumbo y se fue hacia el noroeste. Frenó y vio en una llanura un par de campamentos. Unos hombres de color negro estaban habitándolos. Algunos para viajaban a la velocidad de un sombra.
—Varos—dijo Kasai.
En ese momento, oyó pasos cerca de sí y se ocultó en un matorral. Un varo, solo, llevaba unos troncos hacia el campamento. Kasai, comparó su piel con la del varo y era muy similar. Salió y le dijo:
—¿Has visto lo que he encontrado?—le dijo señalando su armadura de llamas.
—Vaya, sí que mola—le dijo el varo.
—Ya, me aprieta la cabeza, y casi se me olvida porqué estamos aquí.
—Mira que olvidarse de esta misión. Seremos los que borren al Pueblo-Oculto del mapa. Esas valquirias, sacerdotisas y demás padecerán.
—Ya, ya iba siendo ora—le siguió el juego Kasai.
—Oye, me ayudas con la leña, no sé cuánto tiempo estaremos aquí, tal vez un par de días, para cuando tengan la estrategia. Pero mientras, a coger calor.
Kasai fue hacia el varo, lo cogió por el cuello y lo levantó.
—Tú lo has dicho—le dijo susurrando con rabia.
—Traidor—le dijo el varo.
—No, tan solo soy la Saeta Ardiente—le respondió haciéndole arder entre llamas.
Kasai empezó a correr hacia el pueblo. Entró en la casa del jefe sin llamar.
—Señor, perdone la intrusión pero...
—Ah, tú debes de ser Kasai Maguma—le dijo él,—ya iba siendo ora de conocerte.
—Sisisí, encantado también pero debe escuchar. Al otro lado de la sierra aguarda un campamento de varos, dispuestos a atacar.
—Imposible, este pueblo esta muy bien oculto.
—Pues siento decir que os han pillado.
—¿Cuando atacarán?
—Uno o dos días, dependiendo de lo que tarden en montar una estrategia. Aunque creo que mis actos os darían algo más de tiempo.
—Ora me ha hablado bien de ti, y por tus palabras diría que ya has montado una.
—Quemé a uno para enterarme de todo.
—Bien, espera un momento.
En ese momento entró un soldado en la casa.
—Kasai, éste es Razor, el general de nuestro ejército que protege la aldea.
—Dime, Kasai. ¿Numero?—le dijo Razor.
—Unos mil.
—¿Ventajas?
—Usan las sombras para obtener velocidad, si atacan de noche...
—Se acabó todo—continuó el jefe.
—Pero podemos pedir al doctor Átomo que haga algo improvisado, si conseguimos darles luz...
—Se ralentizarán—terminó de nuevo el jefe.
—Muy bien, hablaré con el doctor.
—Hablando del rey de Roma—dijo una voz.
Átomo acababa de entrar en la sala.
—He visto que Kasai ha llegado, y como le mandé a un recado...
—Tenga—le dijo Kasai dándole una bolsa.
El doctor la tomó y se la puso en las rodillas.
—Respecto a los varos—empezó a decir el doctor,—podemos poner unos oles artificiales, o unas arenillas en los caminos, ambos se hacen igual y no tardan. Pero también hay otra solución.
—¿Cuál?
—Los varos tienen una abeja reina, lleva un amuleto único. Cuando su líder muere, este amuleto se aparece en el más digno para sucederle. Pero si el amuleto no está en ningún cuerpo, significa que no hay líder. Y ellos necesitan un líder.
—¿Y por qué no lo eligen?—preguntó Razor.
—Porque—prosiguió el doctor,—necesitan un líder para vivir, y el amuleto lo mantiene con vida. Son una especie rara pero esa es otra ventaja. Salvo el hecho de que su guarida es un suicidio.
—Kasai, ¿qué me dices?—le dijo el jefe.
—Lo haré—dijo convincente,—pero si Ram quiere venir, vendrá.
—Y ya de paso llévate a Ora, Heishi y Konran—le dijo el jefe.
—A Ora no, veo en ella una gran luchadora y necesitaréis gente como ella para defender este pueblo el tiempo suficiente mientras llevo a cabo la misión.
—Pero también te llevarás a Fupo—le dijo el doctor, está casi listo. Y ahora, acompáñame.
El doctor le llevó a la casa abandonada de nuevo, allí le dio un brazalete, a juego con su armadura.
—Este brazalete hace tres veces la función de toda tu armadura, ahora serás más ligero—le dijo el doctor,—mañana a las cinco de la mañana, de aquí a doce horas aproximadamente, saldréis, Fupo estará listo con éstas herramientas.
—El brazalete será un plan B, la gente sabe que mi armadura es necesaria, y cuando vean que ya no es así...
—Verán a Kasai Maguma, cien por cien negro—terminó el doctor.
Kasai se fue hasta el prado donde estuvo hacía unas horas y empezó a mirar a la ciudad sancugatense pensando en las visiones que vio. Al cabo de unos momentos, Ora Tenshi se puso a su lado.
—Bueno, el aquelarre no ha ido mal—le dijo, luego cambió de tema.—¿Es cierto?,¿están aquí?
—Lo están.
—Y te vas a ir.
—Así es.
—¿Solo?
—No.
—¿Con Ram?
—Si quiere.
—Llévame contigo. Me necesitas allí. Y Ram también.
En ese momento Kasai se mantuvo callado, mirando a la ciudad sancugatense.
—¿Por qué miras la ciudad?—le preguntó Ora.
—Porque...soy un monstruo.
—No te entiendo, quieres que el mundo te acepte, y ni siquiera te aceptas tú.
Ora se giró y le miró.
—El doctor dice que ya no necesitas la armadura.
—Cierto.
Ora le quitó el casco y le miró a los ojos.
—Al fin te veo, y a decir verdad, no hay ningún monstruo. Solo alguien...que yo he aceptado.
En ese momento, Ora le besó en los labios. Kasai la separó la miró y le devolvió el beso con varios de regalo y ella hizo lo mismo.

Continuará.

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