Kasai y el doctor estaban en la
choza abandonada. Átomo seguía regañándole, hasta que al cabo de
unos minutos le dijo:
—Mira, estoy dispuesto a olvidar todo si haces la siguiente tarea—le dijo un papel y
prosiguió,—esa es una lista de materiales que encontrarás en la
ferretería de la ciudad de al lado, Sant Cugat creo que se llamaba.
En este pueblucho no los hay así que bajarás a la ferretería más
cercana las cogerás y te irás, sin testigos ni escenario, a tu
usanza.
—¿Quiere que robe, queme y
mate?
—Antes no te importaba, y hace
nada querías ir con los demás al aquelarre a matar brujas.
—Porque ellas son malas, esto
se trata de sangre inocente.
—¡Como las anteriores!, veo
que este pueblo te está cambiando, Kasai. Yo soy tu Padre y te
conozco tanto anatómicamente como psicológicamente. Baja y hazlo.
Kasai en este momento bajó a la
ciudad, buscó la ferreteria y entró. Se fijó que la ferretería
atravesaba toda la manzana, teniendo una puerta en cada lado. Se
paseó por los pasillos cogiendo un destornillador de punta
triangular, un lapiz soldador y otras herramientas Al tenerlas todas,
las puso sobre la caja y el vendedor le dijo:
—Son 105 euros con 35.
—Creo que podría hacerme una
rebaja—le contesta Kasai.
Levanto
su mano y puso dos dedos sobre la frente del vendedor. Éste noto
que cada vez ardían más. Empezó a gritar hasta exclamar dolorido:
—Llévatelos,
de gratis.
—Muchas
gracias.
En
ese momento sale por una de las puertas. Se giró para mirar el
umbral de la otra puerta. Empezó a provocar una expansiva fogata.
Vio como los ocupantes del local intentaban apagarlo con resultados
inútiles. Éstos se dieron cuenta y empezaron a correr hacia la otra
puerta, pero Kasai golpeó el aire haciendo salir un largo brazo de
fuego que se dirigió hacia la fogata. Cogió sus llamas y luego,
metiendo el brazo atrajo su larga extremidad haciendo que las llamas
se expandiesen por todo el local. Toda la ferretería ardía haciendo
que las almas que había dentro, sin poder salir, ardiesen con ella.
Kasai
se dirigió hacia la manzana de al lado y subió al tejado volando.
Se quedó mirando su ígnea obra hasta que llegaron los bomberos.
Justo cuando éstos entraban, Kasai hizo un gesto en el aire. El
incendio se convirtió en una explosión que alcanzó las calles que
rodeaban la manzana, haciendo explotar todo vehículo que se hallase
ahí. El edificio empezó a desquebrajarse hasta caer. Kasai observó
el desastre, las gentes malheridas y otras gentes que iban a
socorrer. En este momento se fue por el teclado diciendo:
—Disfrutad
de lo que os queda, humanos. Pronto padeceréis. De Kasai
Maguma...nadie se libra.
En
ese momento oyó unas campanadas. Miró y vio el campanario del
monasterio. Se acercó. Entró en el y empezó a decir.
—Me
suena este lugar, y no por la fama que tiene por los alrededores.
Se
fue hasta el umbral del escenario donde se hallaba el altar. Tocó
sus escaleras y empezó a ver extrañas visiones. En ellas se veía
a una mujer, rubia, vestida de bodas. Se estaba levantando el velo
para mostrar su cara y en ese momento sacó un resplandor.
Kasai
miró a sus alrededores. Estaba en la Rambla Egara, en Terrassa.
—Que
raro, nunca he estado aquí pro...conozco bastante este lugar.
Fue
bajando hasta que vio unas ambulancias y unos policías. También vio
un coche en llamas y decidió acercarse. Empezó a preguntar por la
gente de la zona, pero nadie le hacía caso. Se miró las manos y vio
algo extraño en el. No era negro, sino..humano.Humano
y...transparente.
Atravesó
la muchedumbre hasta llegar al coche. Los médicos estaban llevándose
dos cuerpos. Fue a ver y uno era la mujer anterior, y el otro era un
hombre, rubio. Vio la juventud de los dos, parecían de diez y ocho
años de edad. Miró hacia el coche, y vio a la mujer, transparente
también.
Estaba
arrodillada, con las manos en la cara y llorando.
—¿Qué
sucede?—le preguntó.
—Eramos
tan felices, ¿por qué ha tenido que pasar esto?, ¿por qué se lo
ha llevado?
—¿Llevarse
que?
—Lo
que más quiero en este mundo—dijo ella alzándose.
—¿El
qué?
Ella
se giró, Kasai vio sus lágrimas y le frotó las mejillas con sus
pulgares para secarlas.
—¿Que
te han arrebatado?, ¿qué es lo que más quieres?—le volvió a
preguntar Kasai.
—Me
has olvidado, Ferny, me has olvidado—dio ellas.
En
ese momento, se arrodilló y grito con dolor un profundo “no”. En
ese momento, Kasai volvía a estar en el monasterio, a oscuras. Salió
de él y se fue por las calles hasta llegar al desastre que hacía
minutos había causado. Empezó a mirar por alrededor. Los equipos de
rescate actuaban sin cesar. Kasai dejó escapar unas gotas de lava de
sus ojos.
—¿Qué
he hecho?
Miró
sus manos negras. Con furia las apretó y se fue de vuelta al pueblo.
Corriendo por los bosques sin parar, Kasai notó algo. Corrigió el
rumbo y se fue hacia el noroeste. Frenó y vio en una llanura un par
de campamentos. Unos hombres de color negro estaban habitándolos.
Algunos para viajaban a la velocidad de un sombra.
—Varos—dijo
Kasai.
En
ese momento, oyó pasos cerca de sí y se ocultó en un matorral. Un
varo, solo, llevaba unos troncos hacia el campamento. Kasai, comparó
su piel con la del varo y era muy similar. Salió y le dijo:
—¿Has
visto lo que he encontrado?—le dijo señalando su armadura de
llamas.
—Vaya,
sí que mola—le dijo el varo.
—Ya,
me aprieta la cabeza, y casi se me olvida porqué estamos aquí.
—Mira
que olvidarse de esta misión. Seremos los que borren al
Pueblo-Oculto del mapa. Esas valquirias, sacerdotisas y demás
padecerán.
—Ya,
ya iba siendo ora—le siguió el juego Kasai.
—Oye,
me ayudas con la leña, no sé cuánto tiempo estaremos aquí, tal
vez un par de días, para cuando tengan la estrategia. Pero mientras,
a coger calor.
Kasai
fue hacia el varo, lo cogió por el cuello y lo levantó.
—Tú
lo has dicho—le dijo susurrando con rabia.
—Traidor—le
dijo el varo.
—No,
tan solo soy la Saeta Ardiente—le respondió haciéndole arder
entre llamas.
Kasai
empezó a correr hacia el pueblo. Entró en la casa del jefe sin
llamar.
—Señor,
perdone la intrusión pero...
—Ah,
tú debes de ser Kasai Maguma—le dijo él,—ya iba siendo ora de
conocerte.
—Sisisí,
encantado también pero debe escuchar. Al otro lado de la sierra
aguarda un campamento de varos, dispuestos a atacar.
—Imposible,
este pueblo esta muy bien oculto.
—Pues
siento decir que os han pillado.
—¿Cuando
atacarán?
—Uno
o dos días, dependiendo de lo que tarden en montar una estrategia.
Aunque creo que mis actos os darían algo más de tiempo.
—Ora
me ha hablado bien de ti, y por tus palabras diría que ya has
montado una.
—Quemé
a uno para enterarme de todo.
—Bien,
espera un momento.
En
ese momento entró un soldado en la casa.
—Kasai,
éste es Razor, el general de nuestro ejército que protege la aldea.
—Dime,
Kasai. ¿Numero?—le dijo Razor.
—Unos
mil.
—¿Ventajas?
—Usan
las sombras para obtener velocidad, si atacan de noche...
—Se
acabó todo—continuó el jefe.
—Pero
podemos pedir al doctor Átomo que haga algo improvisado, si
conseguimos darles luz...
—Se
ralentizarán—terminó de nuevo el jefe.
—Muy
bien, hablaré con el doctor.
—Hablando
del rey de Roma—dijo una voz.
Átomo
acababa de entrar en la sala.
—He
visto que Kasai ha llegado, y como le mandé a un recado...
—Tenga—le
dijo Kasai dándole una bolsa.
El
doctor la tomó y se la puso en las rodillas.
—Respecto
a los varos—empezó a decir el doctor,—podemos poner unos oles
artificiales, o unas arenillas en los caminos, ambos se hacen igual
y no tardan. Pero también hay otra solución.
—¿Cuál?
—Los
varos tienen una abeja reina, lleva un amuleto único. Cuando su líder muere, este amuleto se aparece en el más digno para
sucederle. Pero si el amuleto no está en ningún cuerpo, significa
que no hay líder. Y ellos necesitan un líder.
—¿Y
por qué no lo eligen?—preguntó Razor.
—Porque—prosiguió
el doctor,—necesitan un líder para vivir, y el amuleto lo mantiene
con vida. Son una especie rara pero esa es otra ventaja. Salvo el
hecho de que su guarida es un suicidio.
—Kasai,
¿qué me dices?—le dijo el jefe.
—Lo
haré—dijo convincente,—pero si Ram quiere venir, vendrá.
—Y
ya de paso llévate a Ora, Heishi y Konran—le dijo el jefe.
—A
Ora no, veo en ella una gran luchadora y necesitaréis gente como ella
para defender este pueblo el tiempo suficiente mientras llevo a cabo
la misión.
—Pero
también te llevarás a Fupo—le dijo el doctor, está casi listo.
Y ahora, acompáñame.
El
doctor le llevó a la casa abandonada de nuevo, allí le dio un
brazalete, a juego con su armadura.
—Este
brazalete hace tres veces la función de toda tu armadura, ahora
serás más ligero—le dijo el doctor,—mañana a las cinco de la
mañana, de aquí a doce horas aproximadamente, saldréis, Fupo
estará listo con éstas herramientas.
—El
brazalete será un plan B, la gente sabe que mi armadura es
necesaria, y cuando vean que ya no es así...
—Verán
a Kasai Maguma, cien por cien negro—terminó el doctor.
Kasai
se fue hasta el prado donde estuvo hacía unas horas y empezó a
mirar a la ciudad sancugatense pensando en las visiones que vio. Al
cabo de unos momentos, Ora Tenshi se puso a su lado.
—Bueno,
el aquelarre no ha ido mal—le dijo, luego cambió de tema.—¿Es
cierto?,¿están aquí?
—Lo
están.
—Y
te vas a ir.
—Así
es.
—¿Solo?
—No.
—¿Con
Ram?
—Si
quiere.
—Llévame
contigo. Me necesitas allí. Y Ram también.
En
ese momento Kasai se mantuvo callado, mirando a la ciudad
sancugatense.
—¿Por
qué miras la ciudad?—le preguntó Ora.
—Porque...soy
un monstruo.
—No
te entiendo, quieres que el mundo te acepte, y ni siquiera te aceptas
tú.
Ora
se giró y le miró.
—El
doctor dice que ya no necesitas la armadura.
—Cierto.
Ora
le quitó el casco y le miró a los ojos.
—Al
fin te veo, y a decir verdad, no hay ningún monstruo. Solo
alguien...que yo he aceptado.
En
ese momento, Ora le besó en los labios. Kasai la separó la miró y
le devolvió el beso con varios de regalo y ella hizo lo mismo.
Continuará.
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