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Pestañas (Basta con pasar el ratón)

martes, 15 de septiembre de 2015

3-El pequeño Ram [1]

A la mañana siguiente, Kasai se encontró tumbado en una playa. Se levantó y vio la barca como si fuera un muro enterrado a medias justo detrás de él. Se levantó y miró a sus alrededores. Reconoció el lugar, la playa de las filipinas. Estaba en Gavá, justo al lado del Aeropuerto del Prat de Barcelona.
Empezó a caminar, miró hacia el sol y vio que no eran más que las ocho de la mañana. Ahora él estaba solo en el mundo, él era libre. Desde hacía tiempo que había oído que había un bosque, una sierra de montañas, donde la magia se hallaba en cada rincón y el ser humano nunca ha podido hallar. Ese bosque tenía el nombre de Collserola, situado unos kilómetros al norte. Su plan era llegar ahí sin que nadie pudiese ver su aspecto hasta ver qué podría hacer para cumplir su sueño, un sueño que tenía para cuando estuviese libre. Ser aceptado en la sociedad humana como uno más, algo que él sabía que era costoso por sus actos pasados.
En unas horas llegó al bosque, había encontrado una capa con la que cubrirse por el camino. Anduvo por los senderos hasta da con una aldea que no aparecía en el mapa. Una aldea, reinada por sombras, una aldea de aire clandestino. Todos los que vivían allí eran criaturas inhumanas buscadas por todo el mundo. Gente que había cometido todo tipo de crimen, y en caso de que no fuera así, eran capaces de hacerlo.
Entró en una especie de taberna, donde todos los habitantes del lugar se encontraban allí. Al parecer estaba subastando gente. Acababan de vender dos gemelas a algien que parecía un minotauro.
—...Muchas gracias Cerbero—dijo el subastador.—Y por último tenemos a un niño.
Se levantó una lona, un niño de entre diez y doce años estaba encadenado, vestido con un jersey azúl y un pantalón marrón.
—Encontrado ayer, parece humano, pero en realidad viene del pueblo pacífico que nadie sabe donde está. Sí, damas y caballeros, aquél más escondido que el nuestro, lleno de valquirias y sacerdotisas y otras de esas criaturas extrañas. Lo sabemos por las vestiduras que tiene. Y su aspecto indica que uno de sus progenitores es humano y el otro una valquiria, no sé quien es él y quien ella. Y ya sé que no parece gran cosa, pero podéis usarlo para cualquier cosa sino queréis esperar a que crezca para ser un gran esclavo.
—¿Descuartizarlo?—pregunto un hombre lobo.
—¿Degollarlo?—dijo un hombre con la mitad de leopardo.
—¿Torearlo?—preguntó el minotauro.
—Sí, sí— afirmó el subastador,—incluso podría hincarle mis colmillos, pero hoy ya he bebido suficiente.
El público empezó a soltar un par de risas. Kasai notó que el niño estaba asustado. Vio como miraba al público y asta que el niño se fijo en Kasai. Le hecho una mirada confusa, como si no supiese quien estaba ahí. A Kasai se le quedó esa mirada.
—Muy bien, damas y caballeros. ¿Qué les parece empezar por...mil?
El lobo levantó la pata. En seguida la gente empezaba a subir la puja. Dos mil por parte del minotauro. Dos mil quinientos por parte de un Ian, un hombre de hierro de dos metros. Tres mil por parte de un enano. Cuatro mil quinientos por parte del lobo.
—Cinco mil, y embisto al que siga—dijo el minotauro.
—Cinco mil para el señor de los cuernos—dijo el subastador.—A la una, a las dos...
—Una amenaza—saltó Kasai.
—Vaya, el encapuchado ofrece una amenaza—dijo el subastador mientras los demás se reían.—¿Qué es eso?
—Que envío a este pueblucho maloliente y cada habitante al infierno si ese crío no es mío.
—Vaya, pero creo que tiene más valor la oferta de Cerbero—dijo el subastador.
—¿Está seguro?—pregunto Kasai quitándose la capa.
—¿Qué demonios eres?—le preguntó el hombre lobo.
—He oído hablar de él—empezó un ángel oscuro, un ángel de alas negras.—Un ser de fuego y sombras, siempre da con lo que quiere, buscado en todas partes, conocido como “La Saeta Ardiente” y que cada país tiene su precio por cabeza. Aquí en España esa cabeza tiene el precio de cuarenta millones trescientos mil euros y subiendo. Solo con ese precio dice que es más peligroso que todos nosotros juntos.
—Pues yo me quedaré con la recompensa—dijo Cerbero preparándose para embestir.
El minotauro empezó a correr hacia Kasai, éste empezó a arder e hizo un placaje al hombre toro. Cerbero cayó, y se volvió a levantar, volvió a embestirle, pero esta vez Kasai le sujetó por los cuernos. Dejó que lo llevara a la pared, puso los pies en el muro intentando empujar un poco. En un momento saltó soltándolo. El minotauro chocó con la pared y por la fuerza de choque los cuernos se rompieron. Cerbero miró a Kasai y este con su puño de fuego le golpeó el hocico dejándolo en el suelo, aturdido. Kasai miró a la gente y gritó:
—¡¿Alguien más?!
El público negó con la cabeza, Kasai se agachó y miró en los bolsillos del minotauro. Sacó un fajo de billetes y una moneda. Miró al subastador y dijo:
—Mi amenaza vale cinco mil euros y un céntimo.
—Vendido—dijo el subastador.
Kasai subió y le dio el dinero al subastador mientras le daban al niño encadenado. Kasai tiró del niño hasta haberse alejado bastante de la zona habitada. Cuando llegó donde quería paró y le miró, tenía cara de asustado. Miró sus cadenas. El niño apartó su mirada con más miedo al ver que Kasai sacaba fuego de las palmas. Acto seguido, Kasai echó todo el fuego a las cadenas haciéndolas derretirse como si fueran hielo.
—Vete—le dijo.
—¿Qué?
—Que te vayas, eres libre.
—Pero...me has sacado de allí.
—¿Y qué?
—Que te debo la vida.
—Considéralo un favor, y ahora será mejor que te vayas—dijo Kasai marchándose.
—Espera.
—¿Qué pasa?
—Puedo acompañarte, en algún momento te tengo que devolver la deuda, favor o como lo llames.
—Puedes pagarla... marchándote a tu casa.
—¿No puedo ir contigo?
—No puedes, ni debes. ¿No sabes lo que soy, lo que me llaman y/o lo que me temen?
—Yo no te veo mal.
Kasai sonrió y empezó a caminar, el muchacho empezó a seguirle. Kasai empezó a cantar como era su vida.

Conozco el son que las sombras dan
y el aire me abraza sin apenas arder.
Tú en mi historia no tienes lugar,
no eres más que un niño que no sabe qué ver.

Todo lo que me toca empieza a quemar
e incluso todo lo que pueda ser amistad.
Fuego y magma siempre me protegerán,
es mi hogar de equilibrio, un mágico clan.

Como una sombra soy
y rodeado de fuego estoy.
Hay una fuerza estelar
en mí cuando mi furia doy.
No puedo estar
con nadie más.
No miro atrás
y solo voy.

—Ya, pero, ¿no crees que podríamos formar un equipo?
—Se ve que no coges las metáforas, así que te lo diré algo más literal.

Sé como es todo ese mundo que vi
y lo quiero apartado de mí.
Sentí su maldad, y su falta de humanidad
y mi mundo solo está hecho de soledad.

Pues una sombra soy
y junto al fuego estoy.
Hay una fuerza estelar
en mí cuando todo doy.

No quiero estar
con nadie más.
Lo dejo todo atrás
y solo voy.

—Cierto es que eres algo especial pero yo no te llamaría monstruo—dijo el muchacho.
—No me voy a deshacer de ti, ¿verdad?—le preguntó, miró su cara y volvió a preguntar.—¿Cómo te llamas?
—Ramrod Dansu, aunque todos me llaman Ram—le dijo extendiendo la mano.
—Kasai Maguma—dijo devolviéndole el gesto.
—¿A dónde vamos?
—No sé, el destino lo dirá. Mi meta es ser aceptado como uno más en este mundo. ¿Y tú?
—Me gustaría ser una leyenda.
—Como no—dijo en voz baja, luego se volvió.—Ser leyenda...dirás famoso.
—Sí, algo así.
—Pero, sabes que la gente como nosotros sigue el dicho “comete el crimen ahora o calla para siempre”?
—¿Y Merlín?
—Ese viejo carcamal tuvo mucha potra. Mira, a mí se me conoce por piromanía, asesinato y miles de crímenes que no te diré, y esos que querían descuartizarte igual. Crees que vas a ser...
—Leyenda, sí.
—Bueno, admito que tienes entusiasmo, por algo se empieza.
—No te das cuanta de que si vas por el mismo lugar que yo, acabarás antes tu meta?
—Bien dicho, pero por leyenda...¿a qué te refieres?
—Aunque no lo creas, muchos famosos de hoy en día son gente como nosotros.
—Más como tú, mas yo...no creo.
—Mira, en este mundo hay cosas que la humanidad apenas sabe que existe, muy pocos las creen.
—¿Y como lo hacemos para que no nos investiguen como alguien exterior a la Tierra?
—Supongo que eres un crack dando esquinazo para tener un valor cada vez mayor. Por cierto, en cuanto a esto...debe de ser un viaje y ya tengo la primera estación.
—¿Tu pueblo invisible?.
—Sí, no creo que vayas solo cubriéndote con esa armadura, necesitamos ropa nueva, alimentación y cosas así. Y luego el objetivo de leyenda.
“Este niño sueña mucho, cree que todo es fácil pero tiene mucho entusiasmo y mucha energía, mas no se equivoca en muchas cosas de las que dice, solo necesita una mano...como yo”.
—Llevo esta armadura porque la necesito, me mantiene con vida, sobre todo el casco.
—Pues póntelos encima. Ya veremos que hay. Mi pueblo está por ahí.
Señaló hacia la dirección noreste, y en seguida los dos se pusieron en marcha.

Continuará.

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