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Pestañas (Basta con pasar el ratón)

sábado, 9 de mayo de 2015

¿Fin del mundo?, di el fin de tu vida.[Guerras Celestales]

8 de mayo de 2015, viernes:
Esa pesadilla me hizo ideas en la cabeza. ¿Podría ser como Aryx?, ¿podría yo cambiar de forma? Solo tenía que descubrirlo, y para ello, como las grandes leyendas, tenía que verlo entrenándome y conociéndome mejor. Así que decidí dejar unos momentos a mi gran compañero DjDance e ir en solitario.
Había oído que había un lugar en este mundo tan llano al que llamaban "El Fin", ya que ahí acababa todo. Puse rumbo al lugar de transporte.
En cuanto llegué me coloqué en una de aquellas vitrinas. Esperé y esperé hasta que aparecí en aquel escenario bélico. Torres hechas de algo que parecía obsidiana, pero lo curioso era el terreno. Parecía una arena esponjosa, piedra con madrigueras. Estaba por comerme el lugar porque a mi primera vista parecía ese queso emmental que hacen los franceses y que al comer, parece que saborees calidad (y de hecho lo haces).
En cuanto caí me puse a mirar aquellos cofres. Una pechera de diamante que me esperaba con ganas, unas grebas de maya, un casco de cuero y unas botas áureas. Luego como armas tenía una espada de diamante que afilé para que fuera más eficaz, y el arco que se me entregó al empezar con un carcaj lleno hasta el borde de saetas.
Pero también tenía otros materiales varios como un pico eficiente, unas cuerdas, unas tablas de madera, unos huevos...
Subí y me percaté de que el vecino me la quería liar montándome un puente que hacía parecer a la torre una mentirosa, tanto que le había salido la nariz de Pinocho.
Vi lo que llevaba en la mano. Una mítica manzana de oro de Hércules. Pero no se dio cuenta de que le observaba. Así que mientras comía esa fruta y tomé una flecha, la puse en la cuerda de mi potente arco, estiré y solté.
El proyectil impactó en su sien. Empezó a sangrar a chorros. Mientras su cuerpo perdía los glóbulos rojos, también perdía el equilibrio. Vi como descendía con las manos en la cara retorciéndose de dolor, de sufrimiento. Aunque era imposible que fallara porque era un ciervo, literalmente hablando. 
Era una criatura de los bosques sureños.
Subí a lo alto de mi torreón para finalizar ese puente rocoso. Pasé la construcción corriendo para evitar algún proyectil, en caso de que me lanzaran alguno. Llegué y me puse a husmear. Me pareció oír algún sonido de los grillos porque no había nada. Cofres vacíos, sin madera,etc. Nada.
Mire a los lados a ver si veía a alguna de las almas que vagaban por ahí. Un hombre se había formado una base cristalina. Parecía que estaba grabando algo y, además, comentándolo. Parecía un periodista, un comentarista de los que asisten a actos deportivos.
Avancé a la siguiente y nada, pero miré atrás. Ese comentarista salía de su cueva para enfrentarse a otro ser. Vi como le mataba, pero en cuanto acabó empecé a cargar el arco.
Le disparé tres saetas, las dos primeras le dieron, pero la tercera le dio en el tablón de madera que uso para cubrirse. Astuto y rápido, pero no contaba con algo que yo vi. Dos hombres armados hasta los dientes iban en su caza como perros rabiosos. Haciendo las cuentas, ese comentarista, los perros y yo sumábamos cuatro, pero eramos cinco. Alguien se ocultaba, asi que lo busqué.
Y lo encontré. A unas islas de mí estaba él, igual que los dos canes rabiosos. En el puente que tenía preparado hacia él le hice una trampa para prevenir.
Trampas, en eso era el mejor. Tenía dos hechas, una enfrente y la otra a una isla detrás. La de detrás la hice por los lobos, se habían alimentado pero no habían saciados su hambre de miedo y su sed de sangre. Yo iva peor que ellos. Creía que era mi hora. Rezaba para que las trampas funcionasen.
Miré atrás, uno de los saqueadores había bajado a una de las cuevas, el otro ya venía. Pero cayó en la trampa y su compañero no lo vio.
Giré hacia el otro lado y el llanero solitario estaba viniendo, pero igual que el anterior, cayó en la que puse exclusivamente para él. Miré al que quedaba y le pasó absolutamente lo mismo.
No me lo creía. No hay dos sin tres. No hay dos trampas sin tres hombres dispuestos a hacer que funcionen.
Gané como un soldado empezando con el mayor de los honores y acabando con sentimiento culpable.

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