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Pestañas (Basta con pasar el ratón)

jueves, 21 de septiembre de 2017

12-Gemas [3]

—¿Cómo está?—preguntó Musha.
—He podido detener la hemorragia y he estado conteniendo la gravedad de la herida para evitar mayores males—contestó Ora,—pero debería ser atendida, aunque dudo que los médicos de esta dimensión conozcan su raza.
—Lo siento, pero debemos regresar a nuestra Tierra—volvió Musha,—tendréis que terminar esto solos, pero si puedes mantenerla unos momentos más, os daré algo de utilidad.
—Lo intentaré—le dijo Ora.
Mientras Ora seguía aplicando sus técnicas curativas en Andes, Musha empezó a hacer algo que parecía una secuencia de conjuros:
Sihala: adamas—de la conexión entre su dedo y el suelo, salió un diamante blanco que brillaba,—sinhala: rubeus—de una segunda conexión salió un rubí brillando,—sinhala: sappfeiros-sampriyaros-sipru—de una tercera conexión, en la cual parecía que si iba formando un círculo entre gemas, salió un zafiro brillando—sinala: a metistos—la cuarta conexión era un amatista brillando,—sinhala: how—la quinta conexión era una howlita brillando,—sinhala: smerardos-smaragdos—la sexta y última conexión era una esmeralda brillando.
En ese momento, Musha, viendo su circulo formado por las seis gemas, colocó su mano encima y dijo:
Faridat—en ese momtento, las seis gemas empezaron a acercarse al centro, y luego empezaron a fusionarse entre todas alcanzando una fase única, una gema de color entre púrpura y gris.—Sinhala: sappfeiros—volvió a salir un zafiro brillando.
Musha recogió las dos gemas y se fue hacia Ora.
—Estas gemas contienen algunos de mis poderes mas bien preciados y usados, al legároslos, también obtendréis el desarrollo que he hecho en mi vida con ellos. La púrpura grisácea contiene nueve y el zafiro solo uno. Es lo mejor para esta situación, solo alguien con una condición mínima semejante a la de Kasai podría vencer a ese gigante que acaba de formarse, por otro lado, le puedes ayudar con el zafiro. Solo tenéis que romperlo en vuestra mano.
—¿Qué hacen?—le preguntó Ora.
—El zafiro te dará una velocidad superior a la del sonido, la otra será cosa de ver. Mientras Kasai luche con el bicho gigante, tú limítate a salvar las vidas de quien haya por el medio. Esta táctica la empleé hace tiempo con un príncipe, salvamos más vidas de las que jamás imaginamos. Pero os advierto que será solo una vez y durante un tiempo que creo que será suficiente.
Musha le dio las dos gemas a Ora, ésta las cogió mientras Musha tomaba en brazos a su esposa de firma rápida.
—Suerte—dijo Musha mientras desaparecía con Andes entre sus brazos.
Ora se levantó y rompió el zafiro con su mano derecha. Al instante, un leve aura azul comenzó a rodear su cuerpo. Enseguida notó como la velocidad recorría todo su cuerpo. Empezó a correr rumbo hacia el caos que originaba el gigante con el fin de encontrar a su marido.
En menos de un segundo llegó a su destino. Nada más llegar empezó a mirar a los alrededores hasta ver a Kasai. Tardó unos segundos, pero le vio cuando este fue golpeado por el gigante y removido por la carretera.
—Kasai—dijo Ora mientras llegaba.
—¿Y Musha y Andes?—preguntó él.
—Han tenido que marcharse, pero Musha te da esto—dijo entregándole la gema,—rómpela con la mano y derriba a ese gigante, yo me encargo de apartar a la gente de la zona de combate.
Mientras Ora se iba, Kasai rompió la gema. Al instante vio que los cristales que salían de su cuerpo cambiaban de color. Los que eran amarillos, ahora eran blancos. Los que eran naranjas, ahora eran púrpuras. Notó en sí más fuerza, más velocidad, más resistencia, la capacidad de volar sin necesidad de fuego y otros poderes provenientes de la sombra.
—Este Musha, cuando quiere es majo—dijo Kasai echándose al vuelo.
Moto arrancó un edificio y se lo lanzó. Kasai al instante vio que estaba lleno de gente. Entró sin pensarlo y comenzó a sacar a la gente de allí y dejarla en las azoteas más cercanas. Cuando terminó, saltó hacia el edificio y lo destruyó dándole un puñetazo con toda la fuerza que tenía. El edificio, al instante se dividió entre ladrillos y vigas, su cemento y yeso quedó hecho polvo.
Kasai aterrizó en la carretera. Hizo un gesto y en el momento, la sombra de Moto comenzó a rodearle y paralizarle. Kasai comenzó a rodearse de rayos naranjas y fue directo a su oponente. Le asestó varios golpes con su puño lleno de electricidad, hasta que lanzó ésta esparciéndola por el cuerpo de Moto. Éste consiguió librarse de las sombras y cogió a Kasai. Cuando Kasai se vio atrapado pur su grande puño, soltó por la cintura una onda verde y eléctrica que cortó a la mano de Moto, provocando que lo suelte. Una vez suelto, Kasai se teletransportó a una distancia suficiente.
—¡Endobimu!—dijo alzando su mano en dirección a Moto.
De su mano salió su endobimu, pero a diferencia de antes, éste no estaba formado por dos rayos de fuego, sino uno de fuego y uno de sombras que se enrollaba en el de fuego. Moto, al tratar de esquivarlo, consiguió que no le diese en el pecho, pero le dio en el hombro, provocando que la armadura se rompiese por esa parte, dejando algunas grietas en los bordes.
Ora, que había terminado de alejar a la gente, vio como su marido aterrizaba, al mismo tiempo Moto comenzó a dividir su cuerpo en miles de Motos del tamaño de Kasai. El ejército de clones comenzó a ir hacia Kasai con intenciones de ataque, al ver esto, Kasai se preparó.
—¡Kasai!—gritó Ora, justo cuando los clones empezaban a alcanzarle.
Pero justo después de ese grito, la calle fue invadida por la oscuridad. Un segundo más tarde, la oscuridad se marchó, dejando ver que en el suelo estaban todos los clones muertos.
—Eso era...—empezó Ora—...el movimiento darkness de Musha.
Los clones empezaron a desaparecer formando un humo negro que se disipaba al acto en el aire. Dejando solo al Moto original, rodeado por los restos de Embura, Air y Pasi.
—Así es como lo haces—comenzó Kasai,—Musha, con razón eres el mejor.
—¿Cielo, estás bien?—le preguntó Ora mientras llegaba.
—Perfectamente—le contestó,—de hecho puedo hacer algo que creía nunca poder hacer.
Kasai tomo de la mano a su esposa y comenzó una teletransportación. Cuando aparecieron, se vieron en medio de Musha, con diez y siete años, Sufvil y Firena.
—Vaya, pero si son Kasai y Ora, aunque te veo diferente, Saeta Ardiente—dijo Musha.
—¿Qué hacéis aquí?—preguntó Sufvil.
—Musha—empezó Kasai,—he conseguido un nuevo poder, y me gustaría medirlo contigo.
—Será un placer—sonrió Musha.

Continuará.

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