Tras ese fracaso con Poseidón, decidí seguir su consejo y entrenarme. Emprendí mi camino hasta llegar a un lugar en el que mandaba la música.
Las islas eran discos y cajas musicales, muy poco divididas entre ellas y aunque el cuerpo a cuerpo era mejor opción que la distancia, empuñé un arco y un carcaj con flechas para la batalla.
Había oído que las mejores batallas se merecen una buena Banda Sonora Original, pero nunca pensé que se convirtiera en la batalla misma. Ese lugar era tan musical que hasta había un individuo misterioso llamado "skrillex_jBIEBER".
Esos nombre me sonaban a unos trovadores (o quizá unos juglares o algo parecido) con cierta diferencia entre ellos.



Solo podía salir por debajo, haciendo una pasarela a un lugar seguro, a no ser que fuera inmune al fuego o que hiciera la táctica de Houdini.
Vi como picaba debajo de sí, pero, o bien calculó mal o bien no tuvo mucho cuidado. Porque vi como descendía y descendía hasta morir ahogado, solo, sin esperanzas,... en el vacío espacial. Una gran tragedia para él y su familia... pero yo seguía vivo así que debía continuar. Si yo fuese él, hubiese salido por la lava, ya que estoy hecho de fuego, y si no estuviera hecho así, me las hubiera ingeniado.

Pude fijarme donde estaba el tercer, se había ocultado para poder lanzar saetas. Mientras el juglar se acercaba hacia nosotros a una velocidad que le demostraba que era juglar (los juglares van andando a las ciudades, y cuando andas mucho aumentas poco a poco la velocidad) yo intente apuntar una saeta hacia ese chico que jugaba a las escondidas. Le di a ese cofre que tenía encima de sí. Tomé una segunda saeta y apunté mejor, tanto que dejé tuerto a ese pobre hombre. Pero quien se lleva el mérito de su muerte fue el juglar. En nada había llegado a su isla y le cortó la cabeza al estilo de la Reina Roja. Me miró como si él fuese un tigre y yo un conejo y empezó a dirigirse hacia mí. Yo corrí hacia mi isla, había puesto una trampa en el primer puente que se iba a encontrar y otras dos en el siguiente. Así que confiaba en eso.
Pero él fue astuto, desmanteló la primera trampa y saltó por encima de la segunda. Empecé a creer que haría lo mismo con la tercera, así que empecé a lanzarle huevos, arrojarle bolas de nieve y disparar saetas. Pero todas le rozaban las espaldas, era tan rápido que cruzó el puente en menos de un segundo. Yo ya pensaba en mi fin, pensaba que estaba debajo de mí esperando a que yo bajase a por él para matarle cuando iba a ser al revés. Pero tuve suerte de que no fuera así, no se paró a pensar en la posibilidad de una tercera trampa exactamente igual a las anteriores.A la tercera fue la vencida. Cayó en esa trampa y murió al acto, eso me proporcionó a mí la victoria.
Cualquiera diría que fue la experiencia, pero yo voy a admitir que ese día tuve suerte, mucha suerte.
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