Había amanecido, pronto
las voces iban a anunciar un nuevo número, Rex y Ora estaban
preparados, ya que solo faltaban ellos por entrar y esperar un nuevo
acontecimiento.
—Una
pregunta—se dirigió Rex a Ora,—¿a qué tipo de cosas se
enfrentaba tu novio?
—Cualquier
cosa—le respondió.
—De
una escala entre un mimoso hámster y un temible león...—prosiguió
Rex.
—Tiranosarius
Rex, e incluso más—terminó Ram.
—Bueno
es saberlo—dijo Rex.
En
ese momento las voces empezaron a susurrar el número 39. En ese
momento Konran se levanto diciendo:
—Si
la veintiséis era la cuarta de la segunda fila de casas, y la
cincuenta y dos era la sexta de la tercera fila, significa que la
treinta y nueve es la diecisiete de la segunda.
En
ese momento todos se fueron a la casa nombrada, al llegar Rex intentó
entrar, pero no pudo. En ese momento miró a Ora y ésta tragó
saliva, desenvainó su espada y entró.
Ora
se miró y vio sus cambios. Su sobretodo verde se volvió naranja,
sus pantalones blancos se volvieron negros y su espada no dejaba de
arder. Vio que estaba en un lugar blanco, intentó avanzar pero un
fuego negro la rodeó formando una gran pared. Poco a poco el fuego
se alejó formando un gran circulo en que ella era el centro. Las
llamas se detuvieron y de la nada un ser vestido de negro surgió.
Era Musha.
Ora
le apuntó con su espada, pero Musha desapareció produciendo un
pequeño destello. Más tarde apareció detrás de ella y le golpeó
con la pierna. El golpe alejó a Ora varios metros. Pero ella no se
inmutó, sino que se levantó, empezó a arder como Kasai y corrió
hacia la sombra asistiendo un golpe brutal con su espada. Pero Musha
cogió la hoja de la llameante como si nada con la mano derecha.
Musha le mostró su otra mano, cerrada. Del dorso de esa mano empezó
a surgir una larga garra de acero. Musha apuñaló el corazón de Ora
con esa garra, la sacó de su pecho y la guardo en su cuerpo. Ora
cayó tendida en el suelo escupiendo sangre.
Musha
mostró una sonrisa. Y en ese momento, la habitación fue invadida
por la oscuridad. Un segundo más tarde, la oscuridad se fue, dejando
mostrar una figura cubierta con un sobretodo negro, encapuchada, con
botas y guantes negros. Apenas se le veía el rostro.
Esa
figura cogió a Musha y lo lanzó lejos. En ese momento, la figura se
acercó a Ora y le dijo.
—Arde,
arde sin parar.
Ora
hizo caso, en sus últimos momentos empezó a arder sin parar. Notó
como la vitalidad le volvía en todo el cuerpo, vio como la fátiga y
el dolor se iban. Se levantó y le preguntó.
—¿Eres
un...?
—No
soy ningún guardián del limbo, ni una sombra de éste. Solo vengo
de otro lugar—le respondió antes de que terminase mientras se
giraba mostrando sus espaldas.
—¿Quién
eres?
—Soy
el Maestro de la Oscuridad—dijo girando su cabeza hacia Ora.
—¿Cómo
sabías que funcionaría?
—He
visto lo que hacía Kasai, y al alterar sus recuerdos, os alteráis a
vosotros por un tiempo. Kasai ardía para recobrar fuerzas.
—De
todas formas, es imposible vencer a Musha.
En
ese momento, Musha empezó a levantarse, en ese mismo tiempo, el
Maestro de la Oscuridad respondió a Ora.
—No
para mí—en ese momento, alzó su mano derecha y descendió la
izquierda, hizo un circulo con ambas y las llevó al centro formando
una esfera con los dedos y gritando—¡Black Hole!
En
ese momento se formó un agujero negro en sus manos que cubría todo
el circulo. Musha fue atraído poco a poco por el agujero negro que
el Maestro de la Oscuridad había hecho. Musha se siguió acercando,
intentando salir del campo gravitatorio. Pero no le servía de nada,
cada vez estaba más cerca del epicentro, más cerca del Maestro.
Cuando el Maestro de la Oscuridad lo vio cerca, cogió el agujero
negro con la mano derecha, cargó su brazo para dar un puñetazo.
—¡White
Hole!—dijo cuando iba a golpear a la sombra.
En
el momento del impacto, el agujero blanco se volvió en un agujero
blanco, haciendo que Musha saliese despedido hacia las paredes de
fuego negro. Al chocar con ellas, Musha fue destruido en miles de
pedazos.
—Madre
mía—dijo Ora,—nunca he visto nadie vencer a Musha con tanta
facilidad.
—Como
bien he dicho, ese no era Musha. Solo un recuerdo alterado. Y ya va
siendo hora de que regreses.
En
ese momento Ora fue envuelto por la luz blanca. A los pocos segundos
se vio rodeada de sus tres compañeros.
—¿Cómo
ha ido?—le pregunto Ram.
—Me
ha tocado a Musha—respondió ella.
—Ha
sido un milagro que sobrevivieses, ¿no?—dijo Konran.
—Y
el que viniese un ser al que llaman el Maestro de la Oscuridad.
—Un
momento, ¿has visto al Maestro de la Oscuridad?—le preguntó Rex.
—Sí—le
respondió ella,—¿por qué?
—El
Maestro de la Oscuridad es el único ser que puede viajar entre el
limbo, el mundo trascendental y todas las dimensiones del mundo real.
Es un ser que mantiene a raya a los guardianes del limbo.
—¿Qué
son las sombras del limbo?—preguntó Ora.
—Creo
que son como los soldados particulares, unos guardaespaldas y siervos
de los guardianes. The Wild es un guardián y Saeta Sombría su
guarda espaldas.
—¿Y
qué es más poderoso?—preguntó Ora.
—En
la mayoría de casos, el guardián. Pero en los recursos ofensivos,
las sombras.
Las
voces empezaron a decir un nuevo número, el 13. Todos se acercaron a
la decimotercera casa de la primera fila. Rex vio la puerta abierta y
dijo:
—Mi
turno.
Rex
entró y vio que le rodeaba la oscuridad. Él no había cambiado
nada. Pero sus manos empezaron a sacar fuego blanco. En ese preciso
instante, un fuego naranja empezó a formar una pared circular. El
suelo que pisaba se convirtió en lava rocosa. De esa lava surgió
una figura. Era Kasai Maguma, pero tenía la armadura rota, los ojos
rojos y llorando sangre y de sus manos chorreaba sangre.
—No
vas a pararme—empezó Rex,—he venido con un propósito que
cumpliré cueste lo que cueste.
El
Kasai Sangriento empezó a rodearse de llamas anaranjadas y fue
corriendo hacia Rex dejando u rastro de sangre por el suelo. Rex
paró el placaje e intentó golpearle pero Kasai Sangriento lo empujó
varios metros atrás.
—¿Qué
pasa?, ¿no se te acaba la sangre?—le gritó Rex.
En
ese momento, toda la sangre desapareció y el Kasai Sangriento empezó
a cambiar. En unos segundos se había transformado en un ser oculto
en en un sobretodo negro, sin piernas no brazos, con ojos blancos
inquietantes y dos dalles que ardían por sus hojas.
—Buen
truco, señor Saeta Sombría—le dijo Rex,—¿qué pasa?, ¿no
puedes hablar?, eso les pasa a las almas perdidas en este lugar.
La
Saeta Sombría colocó las dalles tras de sí, saltó hacia Rex
atizándole con un buen golpe de ambas guadañas. Rex se había
caído, pero se levantó de inmediato. Saeta Sombría desapareció en
ese momento, pero volvió a aparecer detrás de Rex dándole un golpe
con los báculos de las dalles. En ese momento, Saeta Sombría empezó
a lanzarle dalles de hojas ardientes sin parar, las hacía salir de
la nada y se las lanzaba haciendo lo mismo segundo por segundo. Rex
hacía lo posible para esquivarlas mientras las ardía por todo el
cuerpo con llamas blancas.
En
ese momento tres llamas naranjas aparecieron dtrás de Rex, y de
ellas surgieron Ram, Ora y Konran, con sus estilos similares a su
amigo, Kasai Maguma.
La
Saeta Sombría en verles, creó una brecha en la pared de fuego, al
otro lado de la brecha se vio una carretera. Saeta Sombría se fue
por ella corriendo, calvando de vez en cuando las dalles en el
asfalto, de los agujeros ardiendo salían seres de fuego. Los cuatro
amigos se fueron por la carretera, quitándose a cada ser de fuego
tanto como podían.
—¿Dónde
estamos?—preguntó Ram mientras desmembraba a uno de ellos.
—Creo
que es la carretera que hay entre el Tozal y el santuario de
Torreciudad, son como tres kilómetros de distancia—respondió Ora.
—Ese
era La Saeta Sombría—dijo Rex,—debemos seguirle si queremos
recuperar a vuestro amigo.
Después
de un par de horas apagando a esos seres de fuego mientras recorrían
la carretera, llegaron al santuario, pero se dieron cuenta de que
estaba todo el lugar rodeado de una niebla negra que no dejaba ver
las montañas, el pantano y los bosques.
En
medio de la plaza vieron a La Saeta Sombría con las guadañas
extendidas hacia delante. Éste les miró y vio como ponían cada
parte de su cuerpo, listos para atacar. Pero hubo un momento que Ora
se fijó en la torre del santuario y vio a una silueta negra.
El
ser de allí arriba saltó y aterrizó al lado de La Saeta Sombría.
Vestía un sobretodo negro, pero a diferencia de Saeta Sombría, éste
tenía el cuerpo, vestido de ropas negras. En sus muñecas tenía dos
cuchillas atadas con cinturones, las cuales desprendían fuego
naranja. En su rostro solo se veían dos ojos blancos.
—¡Oh
no!, es The Wild—dijo Rex.
The
Wild giro su cabeza mirando a su compañero.
—Tú
haz lo que tengas que hacer, yo evitaré que los demás te
interrumpan.
La
Saeta Sombría miró a Rex, apareció justo delante y le asistió un
golpe por el dorso de las hojas. Rex fue llevado unos metros arriba,
donde logró mantenerse. La Saeta Sombría fue tras él. Ora se
preparó para interrumpir desenvainado su espada, pero The Wild.
—¿Qué
queréis de nosotros?—preguntó Ram.
—Nada—respondió
Wild,—se trata de algo entre ellos dos, que no puedo comprender.
—¿Por
qué?—preguntó Ora.
—Saeta
Sombría es mudo por ser un alma, y no ha podido explicarse, pero de
vosotros no quiere nada.
—Basta—gritó
una voz muy grave.
En
uno de los muros del santuario había aparecido un ser cubierto de
una túnica negra con un extraño abrigo blanco que le cubría la
espalda, parte del pecho y la cabeza. Ese ente misterioso llevaba un
báculo negro en la mano, el cuál tenía una esfera blanca en la
parte superior.
—Es
hora de retirarse—dijo Wild a su compañero.
En
ese momento ambos desaparecieron. Ora se giró hacia la nueva persona
y le preguntó.
—¿Quien
ere tú?
En
ese momento la figura blanca dio un golpecito con su báculo en el
suelo, en ese momento, los cuatro y la figura blanca se vieron a las
puertas de algo que parecía un templo blanco.
—Ora
Tenshi, sacerdotisa terrícola, tú y yo tenemos que hablar, y lo
haremos dentro—dijo la figura, luego se giró hacia los otros
tres,—vosotros debéis esperad aquí hasta que ella regrese.
Continuará.
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