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Pestañas (Basta con pasar el ratón)

viernes, 17 de junio de 2016

5-Sombras [2]

Había amanecido, pronto las voces iban a anunciar un nuevo número, Rex y Ora estaban preparados, ya que solo faltaban ellos por entrar y esperar un nuevo acontecimiento.
—Una pregunta—se dirigió Rex a Ora,—¿a qué tipo de cosas se enfrentaba tu novio?
—Cualquier cosa—le respondió.
—De una escala entre un mimoso hámster y un temible león...—prosiguió Rex.
—Tiranosarius Rex, e incluso más—terminó Ram.
—Bueno es saberlo—dijo Rex.
En ese momento las voces empezaron a susurrar el número 39. En ese momento Konran se levanto diciendo:
—Si la veintiséis era la cuarta de la segunda fila de casas, y la cincuenta y dos era la sexta de la tercera fila, significa que la treinta y nueve es la diecisiete de la segunda.
En ese momento todos se fueron a la casa nombrada, al llegar Rex intentó entrar, pero no pudo. En ese momento miró a Ora y ésta tragó saliva, desenvainó su espada y entró.
Ora se miró y vio sus cambios. Su sobretodo verde se volvió naranja, sus pantalones blancos se volvieron negros y su espada no dejaba de arder. Vio que estaba en un lugar blanco, intentó avanzar pero un fuego negro la rodeó formando una gran pared. Poco a poco el fuego se alejó formando un gran circulo en que ella era el centro. Las llamas se detuvieron y de la nada un ser vestido de negro surgió. Era Musha.
Ora le apuntó con su espada, pero Musha desapareció produciendo un pequeño destello. Más tarde apareció detrás de ella y le golpeó con la pierna. El golpe alejó a Ora varios metros. Pero ella no se inmutó, sino que se levantó, empezó a arder como Kasai y corrió hacia la sombra asistiendo un golpe brutal con su espada. Pero Musha cogió la hoja de la llameante como si nada con la mano derecha. Musha le mostró su otra mano, cerrada. Del dorso de esa mano empezó a surgir una larga garra de acero. Musha apuñaló el corazón de Ora con esa garra, la sacó de su pecho y la guardo en su cuerpo. Ora cayó tendida en el suelo escupiendo sangre.
Musha mostró una sonrisa. Y en ese momento, la habitación fue invadida por la oscuridad. Un segundo más tarde, la oscuridad se fue, dejando mostrar una figura cubierta con un sobretodo negro, encapuchada, con botas y guantes negros. Apenas se le veía el rostro.
Esa figura cogió a Musha y lo lanzó lejos. En ese momento, la figura se acercó a Ora y le dijo.
—Arde, arde sin parar.
Ora hizo caso, en sus últimos momentos empezó a arder sin parar. Notó como la vitalidad le volvía en todo el cuerpo, vio como la fátiga y el dolor se iban. Se levantó y le preguntó.
—¿Eres un...?
—No soy ningún guardián del limbo, ni una sombra de éste. Solo vengo de otro lugar—le respondió antes de que terminase mientras se giraba mostrando sus espaldas.
—¿Quién eres?
—Soy el Maestro de la Oscuridad—dijo girando su cabeza hacia Ora.
—¿Cómo sabías que funcionaría?
—He visto lo que hacía Kasai, y al alterar sus recuerdos, os alteráis a vosotros por un tiempo. Kasai ardía para recobrar fuerzas.
—De todas formas, es imposible vencer a Musha.
En ese momento, Musha empezó a levantarse, en ese mismo tiempo, el Maestro de la Oscuridad respondió a Ora.
—No para mí—en ese momento, alzó su mano derecha y descendió la izquierda, hizo un circulo con ambas y las llevó al centro formando una esfera con los dedos y gritando—¡Black Hole!
En ese momento se formó un agujero negro en sus manos que cubría todo el circulo. Musha fue atraído poco a poco por el agujero negro que el Maestro de la Oscuridad había hecho. Musha se siguió acercando, intentando salir del campo gravitatorio. Pero no le servía de nada, cada vez estaba más cerca del epicentro, más cerca del Maestro. Cuando el Maestro de la Oscuridad lo vio cerca, cogió el agujero negro con la mano derecha, cargó su brazo para dar un puñetazo.
—¡White Hole!—dijo cuando iba a golpear a la sombra.
En el momento del impacto, el agujero blanco se volvió en un agujero blanco, haciendo que Musha saliese despedido hacia las paredes de fuego negro. Al chocar con ellas, Musha fue destruido en miles de pedazos.
—Madre mía—dijo Ora,—nunca he visto nadie vencer a Musha con tanta facilidad.
—Como bien he dicho, ese no era Musha. Solo un recuerdo alterado. Y ya va siendo hora de que regreses.
En ese momento Ora fue envuelto por la luz blanca. A los pocos segundos se vio rodeada de sus tres compañeros.
—¿Cómo ha ido?—le pregunto Ram.
—Me ha tocado a Musha—respondió ella.
—Ha sido un milagro que sobrevivieses, ¿no?—dijo Konran.
—Y el que viniese un ser al que llaman el Maestro de la Oscuridad.
—Un momento, ¿has visto al Maestro de la Oscuridad?—le preguntó Rex.
—Sí—le respondió ella,—¿por qué?
—El Maestro de la Oscuridad es el único ser que puede viajar entre el limbo, el mundo trascendental y todas las dimensiones del mundo real. Es un ser que mantiene a raya a los guardianes del limbo.
—¿Qué son las sombras del limbo?—preguntó Ora.
—Creo que son como los soldados particulares, unos guardaespaldas y siervos de los guardianes. The Wild es un guardián y Saeta Sombría su guarda espaldas.
—¿Y qué es más poderoso?—preguntó Ora.
—En la mayoría de casos, el guardián. Pero en los recursos ofensivos, las sombras.
Las voces empezaron a decir un nuevo número, el 13. Todos se acercaron a la decimotercera casa de la primera fila. Rex vio la puerta abierta y dijo:
—Mi turno.
Rex entró y vio que le rodeaba la oscuridad. Él no había cambiado nada. Pero sus manos empezaron a sacar fuego blanco. En ese preciso instante, un fuego naranja empezó a formar una pared circular. El suelo que pisaba se convirtió en lava rocosa. De esa lava surgió una figura. Era Kasai Maguma, pero tenía la armadura rota, los ojos rojos y llorando sangre y de sus manos chorreaba sangre.
—No vas a pararme—empezó Rex,—he venido con un propósito que cumpliré cueste lo que cueste.
El Kasai Sangriento empezó a rodearse de llamas anaranjadas y fue corriendo hacia Rex dejando u rastro de sangre por el suelo. Rex paró el placaje e intentó golpearle pero Kasai Sangriento lo empujó varios metros atrás.
—¿Qué pasa?, ¿no se te acaba la sangre?—le gritó Rex.
En ese momento, toda la sangre desapareció y el Kasai Sangriento empezó a cambiar. En unos segundos se había transformado en un ser oculto en en un sobretodo negro, sin piernas no brazos, con ojos blancos inquietantes y dos dalles que ardían por sus hojas.
—Buen truco, señor Saeta Sombría—le dijo Rex,—¿qué pasa?, ¿no puedes hablar?, eso les pasa a las almas perdidas en este lugar.
La Saeta Sombría colocó las dalles tras de sí, saltó hacia Rex atizándole con un buen golpe de ambas guadañas. Rex se había caído, pero se levantó de inmediato. Saeta Sombría desapareció en ese momento, pero volvió a aparecer detrás de Rex dándole un golpe con los báculos de las dalles. En ese momento, Saeta Sombría empezó a lanzarle dalles de hojas ardientes sin parar, las hacía salir de la nada y se las lanzaba haciendo lo mismo segundo por segundo. Rex hacía lo posible para esquivarlas mientras las ardía por todo el cuerpo con llamas blancas.
En ese momento tres llamas naranjas aparecieron dtrás de Rex, y de ellas surgieron Ram, Ora y Konran, con sus estilos similares a su amigo, Kasai Maguma.
La Saeta Sombría en verles, creó una brecha en la pared de fuego, al otro lado de la brecha se vio una carretera. Saeta Sombría se fue por ella corriendo, calvando de vez en cuando las dalles en el asfalto, de los agujeros ardiendo salían seres de fuego. Los cuatro amigos se fueron por la carretera, quitándose a cada ser de fuego tanto como podían.
—¿Dónde estamos?—preguntó Ram mientras desmembraba a uno de ellos.
—Creo que es la carretera que hay entre el Tozal y el santuario de Torreciudad, son como tres kilómetros de distancia—respondió Ora.
—Ese era La Saeta Sombría—dijo Rex,—debemos seguirle si queremos recuperar a vuestro amigo.
Después de un par de horas apagando a esos seres de fuego mientras recorrían la carretera, llegaron al santuario, pero se dieron cuenta de que estaba todo el lugar rodeado de una niebla negra que no dejaba ver las montañas, el pantano y los bosques.
En medio de la plaza vieron a La Saeta Sombría con las guadañas extendidas hacia delante. Éste les miró y vio como ponían cada parte de su cuerpo, listos para atacar. Pero hubo un momento que Ora se fijó en la torre del santuario y vio a una silueta negra.
El ser de allí arriba saltó y aterrizó al lado de La Saeta Sombría. Vestía un sobretodo negro, pero a diferencia de Saeta Sombría, éste tenía el cuerpo, vestido de ropas negras. En sus muñecas tenía dos cuchillas atadas con cinturones, las cuales desprendían fuego naranja. En su rostro solo se veían dos ojos blancos.
—¡Oh no!, es The Wild—dijo Rex.
The Wild giro su cabeza mirando a su compañero.
—Tú haz lo que tengas que hacer, yo evitaré que los demás te interrumpan.
La Saeta Sombría miró a Rex, apareció justo delante y le asistió un golpe por el dorso de las hojas. Rex fue llevado unos metros arriba, donde logró mantenerse. La Saeta Sombría fue tras él. Ora se preparó para interrumpir desenvainado su espada, pero The Wild.
—¿Qué queréis de nosotros?—preguntó Ram.
—Nada—respondió Wild,—se trata de algo entre ellos dos, que no puedo comprender.
—¿Por qué?—preguntó Ora.
—Saeta Sombría es mudo por ser un alma, y no ha podido explicarse, pero de vosotros no quiere nada.
—Basta—gritó una voz muy grave.
En uno de los muros del santuario había aparecido un ser cubierto de una túnica negra con un extraño abrigo blanco que le cubría la espalda, parte del pecho y la cabeza. Ese ente misterioso llevaba un báculo negro en la mano, el cuál tenía una esfera blanca en la parte superior.
—Es hora de retirarse—dijo Wild a su compañero.
En ese momento ambos desaparecieron. Ora se giró hacia la nueva persona y le preguntó.
—¿Quien ere tú?
En ese momento la figura blanca dio un golpecito con su báculo en el suelo, en ese momento, los cuatro y la figura blanca se vieron a las puertas de algo que parecía un templo blanco.
—Ora Tenshi, sacerdotisa terrícola, tú y yo tenemos que hablar, y lo haremos dentro—dijo la figura, luego se giró hacia los otros tres,—vosotros debéis esperad aquí hasta que ella regrese.

Continuará.

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