Muchas
historias se ven afectadas por lineas espacio-tiempo. Pero el inicio
de un mundo diferente al que conocemos estuvo repleto de incursiones
espacio-temporales, e incluso interdimensionales. Pero ese inicio de
un nuevo mundo, empezó con el final de otro.
Aunque
esto parezca irreal, nos centraremos en la historia de verdad.
Comenzando en Terrassa, el martes 21 de junio de 2016, cerca de las
siete y media de la tarde.
Aleix
estaba contento ese día, había terminado un grado superior en
electrónica y regresaba en moto a casa. Había salido de su
graduación y estaba impaciente por volver a Sant Cugat del Vallés,
su ciudad natal. Su mejor amiga, Mercé, había vuelto de terminar el
segundo año de su carrera universitaria, psicología, y se puede
decir que desde navidades que no se ven.
Mientras
volvía, por una de las calles salió un coche a mucha velocidad,
demasiada, tanto que casi le da en la parte trasera.
—¡Capullo!—le
gritó Aleix mientras seguía su camino.
Aleix
bajo por la autopista hasta llegar a Sant Cugat del Vallés, y una
vez en la ciudad, fue bajando por las calles hasta llegar a su casa.
Aleix venía de una familia de ocho hermanos, dos niñas y seis
niños, ademas de su padre y su madre. Aunque en ese momento solo
tenía a dos hermanos y dos hermanas. Sus hermanos mayores Xavier
François y Miquel Raphael estaban terminando en sus respectivas
universidades.
Pero
Pau Quentin, su fraternidad gemela, hacía tiempo que no pasaba por
casa. Llevaba dos años sin hacerlo. A los dieciocho decidió
alistarse en una especie de grupo de un ejercito, o algo así había
oído Aleix Valentine acerca de él.
Al
llegar a su habitación, la cual compartía con sus hermanos
pequeños, Àlvar Maximilien y Gabriel Ange, dejó su mochila, se
quitó los náuticos y se puso sus botas de montaña negras. Salió y
se dirigió al Monasterio.
El
Monasterio de San Cucufato tenía unos jardines por los alrededores,
al igual que un par de calles y una plaza. En esa plaza había un
restaurante que dirigía la madre de Mercé, la señora Agraèixer.
Cuando
Aleix entró en el local, vio a la madre de su amiga atendiendo en
una mesa, donde cuatro veinteañeros estaban sentados. Mercé estaba
echando algo de brillo a las botellas que había detrás de la barra.
Aleix se dirigió a la barra y se sentó en uno de los taburetes.
—¿Que
quiere señor?—le preguntó Mercé mientras seguí sacándo le
brillo a las botellas.
—Soy
demasiado mayor para ser tratado de usted, pero un “¡Xandri,
cuánto tiempo!” estaría bien—bromeó Aleix.
Mercé
se giró en ese momento sonriendo y exclamando:
—¡Xandri,
cuánto tiempo!
—Esa
es mi chica, dándome lo que quiero, luego te daré algo de
propina—dijo Aleix siguiendo con la broma.
—¿Y
que cuentas?
—Que
a mientras tú estás en la mitad de tu trayecto, tratando con
chiflados y sirviendo copas, yo he terminado el mí y me gano la
vida.
—¿De
que trabajas?
—Me
aceptaron en la empresa en la que estaba de prácticas, cobro unos
mil al mes.
—No
está mal, ¿y que haces ahí?
—Soldar
placas, nada más. Y tú, ¿cómo vas por la europea?—dijo Aleix
girándose para ver el vidrio.
—Bueno,
voy tirando, en sentido bueno.
—¿Algún
romance por allí?
—Pues
la verdad salí con un tío, lucía abdominales y músculos, pero
rompí con el a las pocas semanas.
—Te
lo dije—volvió a girarse Aleix.
—¿Cómo
dices?
—Te
advertí que juzgarías a alguien por su portada que darte... bueno
ya me entiendes.
—Cierto,
me lo dijiste, pero yo al menos lo admito—admitió Mercé.
—Cierto—admitió
Aleix también.
—¿Y
tú Xandri?, ¿alguien especial?
—No
mucho, estuve dos meses con una chica del instituto, una mujer rubia,
una mujer que iba a un centro del Opus Dei, pero tenía cuerpo de
prostituta, aunque al menos se vestía cubriéndose.
—No
puede ser verdad—dijo Mercé.
—Que
sí—le insistió Aleix mostrando una foto del móvil.
—Vaya—dijo
Mercé mientras la miraba,—con chicas como ella, todos los hombres
se cristianizan.
—Eso
pensé yo, la tía esta buena tanto por fuera del cuerpo como por
dentro de la mente.
En
ese momento, la madre de Mercé les interrumpió.
—Aleix,
me alegra verte de nuevo—dijo ella.
—Y
yo a usted—le dijo Aleix.
—Ese
hombre de allí lleva horas esperándote, se ha bebido como siete
cafés—le dijo de nuevo señalando una mesa en la que un hombre
estaba sentado de espaldas.
—Si
me lleva esperando, sabe que vengo aquí a menudo. Debe de haberme
investigado—dijo Aleix,—esto se pondrá interesante.
—Espera—dijo
Mercé cogiendo una jarra de vidrio y llenándola de un
refresco,—toma, invita la casa.
—Gracias—dijo
Aleix.
Aleix
cogió esa pequeña jarra por el asa y se fue a sentarse en el lado
opuesto de la mesa en la que estab el hombre.
—¿Quién
carajo es usted y por qué me investiga?
—Aleix
Valentine—dijo el hombre,—recién graduado Electrónica, veinte
años, trabajando de soldador de placas con buen salario, reside en
Sant Cugat del Vallés y viene a este garito los martes y los
viernes y toma un refresco gaseoso de limón, lima menta y manzana.
—Ese
soy yo y sé quien soy, le pregunto quien és usted.
—Su
hermano, Pau Quentin, ¿qué me dice de él?
—Hace
tiempo que ni le veo, ¿le conoce?
—De
sobras, hace dos años vino a trabajar para mí—dijo el hombre,—soy
Pro, líder de los Pro38, del cual tu hermano era miembro.
—¿Y
cómo está él?
—Lamento
decirte que falleció hace unas semanas.
—¿Muerto?,
¿cómo?
—Su
última misión, descubrimos una especie de submundo dimensional y le
mandamos a explorarlo, pero surgió una especie de virus que acabó
con él. Cuando murió, supimos que el virus estaba dirigido por
alguien llamado R, no le vimos el rostro por el pasamontañas y la
corona de platino. El virus es tanto biológico, como químico y
tecnológico.
—¿Y
por qué me lo cuentas?
—Porque
eres su gemelo, alguien idéntico. Cuando le enviamos, hicimos un
programa Sueño Asaético, le dormimos en este mundo y le llevamos su
alma y mente a un avatar formado en ese mundo.
—¿Y
yo?
—Necesitamos
que te metas ahí para eliminar el virus.
—¿Y
por qué no cerráis la conexión con ese mundo?
—Porque
el virus puede encontrar los restos de la conexión y abrir una
nueva. Podemos duplicar un avatar de tu hermano y hacer que se
asemeje a ti.
—Deja
que lo piense—le dijo Aleix mientras se bebía de golpe su
refresco.
Se
levantó y volvió con Mercé.
—Se
invita a sus siete cafés—dijo Aleix señalando al hombre.
—¿Qué
quería?—le preguntó ella.
—No
sé cuántas películas ha visto ese cabrón, pero mi Pau ha muerto
por una de ellas.
—Lo
siento—le dijo Mercé.
—Tranquila,
se lo buscó por hacer el gilipuertas.
—¿Pero
yendo al grano?
—Quiere
meterme en algo llamado el Sueño Patético y trasladarme a otro
mundo.
En
ese momento el Pro se levantó y dejo un billete de cincuenta euros
en la barra.
—Quédese
con el cambio—dijo Pro.
—Ese
trabajo que quiere que Xandri haga, ¿hay sitio para una
mujer?—preguntó Mercé.
—Habría
que hacer otro avatar, y para eso hace falta tiempo, podría hacerlo
para alguien de mi equipo Mercé—le contestó Pro,—sería una
perdida, ¿no creer?
—Que
va—dijo Aleix,—no te arriesgarías a perder otro hombre con tu
Sueño Patético, solo te quedan 36.
—Sueño
Asaético—pregunto Pro,—y si ella va, ¿lo harás?
Aleix
miró a Mercé, luego miró a Pro y dijo:
—Lo
haremos, ¿cuándo y dónde?
—Venid
el viernes a Plaza España, os recogeremos y os daremos el resto de
detalles. Pasaréis unas semanas para entrenaros antes de entrar y
luego, esperemos que no corráis la misma suerte que Quentin.
Dicho
esto, Pro sacó su teléfono móvil y tomó una foto de Mercé. Luego
marcó un número y se puso a hablar por teléfono.
—Sabio,
¿Cuánto tardarás en hacer un avatar de esta mujer?, te acabo de
mandar una foto—decía mientras salía.
—¿Preparada
para dormir?—le preguntó Aleix a Mercé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario