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Pestañas (Basta con pasar el ratón)

jueves, 23 de junio de 2016

1-Iniciando.

Muchas historias se ven afectadas por lineas espacio-tiempo. Pero el inicio de un mundo diferente al que conocemos estuvo repleto de incursiones espacio-temporales, e incluso interdimensionales. Pero ese inicio de un nuevo mundo, empezó con el final de otro.
Aunque esto parezca irreal, nos centraremos en la historia de verdad. Comenzando en Terrassa, el martes 21 de junio de 2016, cerca de las siete y media de la tarde.
Aleix estaba contento ese día, había terminado un grado superior en electrónica y regresaba en moto a casa. Había salido de su graduación y estaba impaciente por volver a Sant Cugat del Vallés, su ciudad natal. Su mejor amiga, Mercé, había vuelto de terminar el segundo año de su carrera universitaria, psicología, y se puede decir que desde navidades que no se ven.
Mientras volvía, por una de las calles salió un coche a mucha velocidad, demasiada, tanto que casi le da en la parte trasera.
—¡Capullo!—le gritó Aleix mientras seguía su camino.
Aleix bajo por la autopista hasta llegar a Sant Cugat del Vallés, y una vez en la ciudad, fue bajando por las calles hasta llegar a su casa. Aleix venía de una familia de ocho hermanos, dos niñas y seis niños, ademas de su padre y su madre. Aunque en ese momento solo tenía a dos hermanos y dos hermanas. Sus hermanos mayores Xavier François y Miquel Raphael estaban terminando en sus respectivas universidades.
Pero Pau Quentin, su fraternidad gemela, hacía tiempo que no pasaba por casa. Llevaba dos años sin hacerlo. A los dieciocho decidió alistarse en una especie de grupo de un ejercito, o algo así había oído Aleix Valentine acerca de él.
Al llegar a su habitación, la cual compartía con sus hermanos pequeños, Àlvar Maximilien y Gabriel Ange, dejó su mochila, se quitó los náuticos y se puso sus botas de montaña negras. Salió y se dirigió al Monasterio.
El Monasterio de San Cucufato tenía unos jardines por los alrededores, al igual que un par de calles y una plaza. En esa plaza había un restaurante que dirigía la madre de Mercé, la señora Agraèixer.
Cuando Aleix entró en el local, vio a la madre de su amiga atendiendo en una mesa, donde cuatro veinteañeros estaban sentados. Mercé estaba echando algo de brillo a las botellas que había detrás de la barra. Aleix se dirigió a la barra y se sentó en uno de los taburetes.
—¿Que quiere señor?—le preguntó Mercé mientras seguí sacándo le brillo a las botellas.
—Soy demasiado mayor para ser tratado de usted, pero un “¡Xandri, cuánto tiempo!” estaría bien—bromeó Aleix.
Mercé se giró en ese momento sonriendo y exclamando:
—¡Xandri, cuánto tiempo!
—Esa es mi chica, dándome lo que quiero, luego te daré algo de propina—dijo Aleix siguiendo con la broma.
—¿Y que cuentas?
—Que a mientras tú estás en la mitad de tu trayecto, tratando con chiflados y sirviendo copas, yo he terminado el mí y me gano la vida.
—¿De que trabajas?
—Me aceptaron en la empresa en la que estaba de prácticas, cobro unos mil al mes.
—No está mal, ¿y que haces ahí?
—Soldar placas, nada más. Y tú, ¿cómo vas por la europea?—dijo Aleix girándose para ver el vidrio.
—Bueno, voy tirando, en sentido bueno.
—¿Algún romance por allí?
—Pues la verdad salí con un tío, lucía abdominales y músculos, pero rompí con el a las pocas semanas.
—Te lo dije—volvió a girarse Aleix.
—¿Cómo dices?
—Te advertí que juzgarías a alguien por su portada que darte... bueno ya me entiendes.
—Cierto, me lo dijiste, pero yo al menos lo admito—admitió Mercé.
—Cierto—admitió Aleix también.
—¿Y tú Xandri?, ¿alguien especial?
—No mucho, estuve dos meses con una chica del instituto, una mujer rubia, una mujer que iba a un centro del Opus Dei, pero tenía cuerpo de prostituta, aunque al menos se vestía cubriéndose.
—No puede ser verdad—dijo Mercé.
—Que sí—le insistió Aleix mostrando una foto del móvil.
—Vaya—dijo Mercé mientras la miraba,—con chicas como ella, todos los hombres se cristianizan.
—Eso pensé yo, la tía esta buena tanto por fuera del cuerpo como por dentro de la mente.
En ese momento, la madre de Mercé les interrumpió.
—Aleix, me alegra verte de nuevo—dijo ella.
—Y yo a usted—le dijo Aleix.
—Ese hombre de allí lleva horas esperándote, se ha bebido como siete cafés—le dijo de nuevo señalando una mesa en la que un hombre estaba sentado de espaldas.
—Si me lleva esperando, sabe que vengo aquí a menudo. Debe de haberme investigado—dijo Aleix,—esto se pondrá interesante.
—Espera—dijo Mercé cogiendo una jarra de vidrio y llenándola de un refresco,—toma, invita la casa.
—Gracias—dijo Aleix.
Aleix cogió esa pequeña jarra por el asa y se fue a sentarse en el lado opuesto de la mesa en la que estab el hombre.
—¿Quién carajo es usted y por qué me investiga?
—Aleix Valentine—dijo el hombre,—recién graduado Electrónica, veinte años, trabajando de soldador de placas con buen salario, reside en Sant Cugat del Vallés y viene a este garito los martes y los viernes y toma un refresco gaseoso de limón, lima menta y manzana.
—Ese soy yo y sé quien soy, le pregunto quien és usted.
—Su hermano, Pau Quentin, ¿qué me dice de él?
—Hace tiempo que ni le veo, ¿le conoce?
—De sobras, hace dos años vino a trabajar para mí—dijo el hombre,—soy Pro, líder de los Pro38, del cual tu hermano era miembro.
—¿Y cómo está él?
—Lamento decirte que falleció hace unas semanas.
—¿Muerto?, ¿cómo?
—Su última misión, descubrimos una especie de submundo dimensional y le mandamos a explorarlo, pero surgió una especie de virus que acabó con él. Cuando murió, supimos que el virus estaba dirigido por alguien llamado R, no le vimos el rostro por el pasamontañas y la corona de platino. El virus es tanto biológico, como químico y tecnológico.
—¿Y por qué me lo cuentas?
—Porque eres su gemelo, alguien idéntico. Cuando le enviamos, hicimos un programa Sueño Asaético, le dormimos en este mundo y le llevamos su alma y mente a un avatar formado en ese mundo.
—¿Y yo?
—Necesitamos que te metas ahí para eliminar el virus.
—¿Y por qué no cerráis la conexión con ese mundo?
—Porque el virus puede encontrar los restos de la conexión y abrir una nueva. Podemos duplicar un avatar de tu hermano y hacer que se asemeje a ti.
—Deja que lo piense—le dijo Aleix mientras se bebía de golpe su refresco.
Se levantó y volvió con Mercé.
—Se invita a sus siete cafés—dijo Aleix señalando al hombre.
—¿Qué quería?—le preguntó ella.
—No sé cuántas películas ha visto ese cabrón, pero mi Pau ha muerto por una de ellas.
—Lo siento—le dijo Mercé.
—Tranquila, se lo buscó por hacer el gilipuertas.
—¿Pero yendo al grano?
—Quiere meterme en algo llamado el Sueño Patético y trasladarme a otro mundo.
En ese momento el Pro se levantó y dejo un billete de cincuenta euros en la barra.
—Quédese con el cambio—dijo Pro.
—Ese trabajo que quiere que Xandri haga, ¿hay sitio para una mujer?—preguntó Mercé.
—Habría que hacer otro avatar, y para eso hace falta tiempo, podría hacerlo para alguien de mi equipo Mercé—le contestó Pro,—sería una perdida, ¿no creer?
—Que va—dijo Aleix,—no te arriesgarías a perder otro hombre con tu Sueño Patético, solo te quedan 36.
—Sueño Asaético—pregunto Pro,—y si ella va, ¿lo harás?
Aleix miró a Mercé, luego miró a Pro y dijo:
—Lo haremos, ¿cuándo y dónde?
—Venid el viernes a Plaza España, os recogeremos y os daremos el resto de detalles. Pasaréis unas semanas para entrenaros antes de entrar y luego, esperemos que no corráis la misma suerte que Quentin.
Dicho esto, Pro sacó su teléfono móvil y tomó una foto de Mercé. Luego marcó un número y se puso a hablar por teléfono.
—Sabio, ¿Cuánto tardarás en hacer un avatar de esta mujer?, te acabo de mandar una foto—decía mientras salía.
—¿Preparada para dormir?—le preguntó Aleix a Mercé.

Continuará.

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