A
la mañana siguiente de haber vuelto, Rex agarró su mochila de cuero
y se la puso. Se equipó con una navaja y poco más, activó el
portal y esperó a que Konran y Ram estuviesen.
—Queda
poco, tanto tiempo empleado y tanta paciencia invertida darán sus
frutos.
En
unos momento llegó Ram acompañado de Konran. Ram llevaba puesto su
exoesqueleto y Konran iba como siempre.
—¿Entramos?—preguntó
Ram.
—Sí,
al llegar, veremos cuanto tiempo nos ha esperado Ora—dijo Rex.
Rex
pasó por el portal con tranquilidad. Ram le siguió, y más tarde
Konran hizo lo mismo. Se vieron de nuevo en el Limbo de Fernando con
el aspecto del Tozal. Pero tenía la hierba, las plantas y los
árboles más crecidos, los edificios más abandonados y la carretera
menos cuidada.
—Debe
de haber pasado como mínimo una década—dijo Rex
—¿Dónde
está Ora?—dijo Ram.
—Debería
estar aquí—dijo Konran.
En
ese momento vieron que el Benasque empezaba a iluminarse desde dentro
con una luz anaranjada. Las luces salían de cada ventana , empezando
con las de arriba, pasando por las de en medio y acabando con las de
abajo. Luego, todas se juntaron en una de las puertas, dejando esta
abierta y mostrando un lugar que constantemente estaba en llamas. En
la entrada ponía “Hogar Ardiente de Kasai Maguma”.
Los
tres se dirigieron a la puerta y vieron lo que ponía en la entrada.
—Se
puede decir que estamos cerca—dijo Ram.
—No,
yo estoy cerca—dijo Rex.
En
ese momento, la piel de Rex empezó a caerse, sus ropas se
desquebrajaron, empezaba a verse una figura semejante a Kasai Maguma,
pero un la armadura blanca y plateada en vez de amarilla y
anaranjada.
—No
soy Rex, mi nombre real es Vatra Magma—luego miró a Konran
diciendo,—elegiste mal siendo un hombre-helado.
En
ese momento empezó a expulsar llamas blancas hacia Konran, haciendo
que se derritiese más cada momento hasta quedar solo sus cucuruchos.
Ram vio como Konran ya no respondía, como los cucuruchos estaban en
el suelo con el líquido.
—¿Pero...por
qué?
—Verás
Ram, soy la Saeta Ardiente número 11. Servía al Dr. Átomo hasta
que surgió la Saeta Ardiente número 12 y le ordenó destruirme,
pero pude huir metiéndome aquí, estuve perdido siglos hasta que
regresé y vi como el número 13 destrozaba al 12. Pensé que era un
favor, pero me di cuenta de que si el doctor se enteraba de que
estaba vivo, mandaría a Kasai a destruirme a mí también. A
diferencia de él, los demás solo hemos ido máquinas con
pensamientos humanos. Así que me propuse ser mejor que él, y para
ello debía destruir al número 13. Por eso estoy aquí, usándoos de
cebo para conseguir la muerte de tu amigo, pero tranquilo, estaréis
junto en el mundo trascendental pronto.
Vatra
empezó a sacar fuego blanco por un puño, pero en ese momento una
dalle ardiente se clavó cerca de sus pies. Miró hacia los lados y
descubrió que en los tejados de los tozalitos estaban las tres
sombras del limbo.
Sumo-sacerdotisa
le lanzó su espada, pero Vatra la esquivó mientras veía como la
espada le retornaba a ella. Wild empezó a lanzar un rayo de fuego
blanco, pero Vatra la esquivaba. Saeta Sombría se teleportó a las
espaldas de Vatra y le golpeó con las dalles. Se había interpuesto
entre él y la puerta.
Vatra
le lanzó una bola de fuego que Saeta esquivó, pero volvió a la
carga sin que se diera cuenta , golpeando a la Saeta Sombría y
dejándole a varios metros.
Vatra
aprovechó para entra y cerrar las puertas del Hogar Ardiente. En ese
momento Ram fue corriendo, pero Sumo-sacerdotisa le frenó. Ram puso
sus brazos en posición de guardia, pero Sumo-sacerdotisa le dijo.
—Tranquilo
Ram, no somos el enemigo.
—¿Ora?
Sumo-sacerdotisa
se quitó la capucha y dejó mostrar su rostro.
—Me
alegro de verte.
En
ese momento, Ram la abrazó y ella le devolvió el abrazo.
—¿Y
quiénes son ellos?—preguntó Ram señalando a Wild y Saeta.
—Mi
nombre es Willy—dijo Wild dejándose mostrar.
Su
rostro estaba cubierto por una máscara gris, pero por los agujeros
de los ojos y boca se veía que él era un ser de carne roja y ojos
intensamente verdes.
La
Saeta Sombría se quitó su capucha, pero no se veía nada. Pasaron
unos segundos, y poco a poco se veía un rostro. Era Kasai Maguma,
pero transparente. Ram fue hacia él, Kasai se agachó y le acarició
el pelo.
—Ram,
no puede hablar—dijo Ora.
—Su
cuerpo está en coma y su alma esta aquí perdida, hasta que su
cuerpo no se regenere por completo y se despierte no podrá
hacerlo—terminó Willy.
Ram
miró a Kasai y vio como hacía un gesto de disculpa.
—¿Y
ahora que hacemos?—dijo Ram.
—Ir
a por Vatra, eliminarlo y buscar la forma de hacer volver a
Fernando—dijo Willy.
—¿Fernando?—preguntó
de nuevo Ram.
—Es
el nombre auténtico de Kasai—dijo Ora.—Fernando Valentino.
—¿Así
que ya recuerdas quien eres?—le pregunto Ram a Kasai.
Kasai
asintió, pero en ese momento una voz les dijo por detrás:
—Ya
te contará el resto más tarde, cuando pueda—se giraron y vieron
que hablaba el guardián del limbo.—Debéis ir a por Vatra, la
última vez que vino fue hace trece años, y no me gustaría verle
otra.
Todos
asintieron en ese momento.
—Pero
antes—dijo de nuevo el guardián—os dejo camino libre hasta que
consigáis la gesta, así que ya no necesitáis esto.
Dio
un golpe y en ese momento los sobretodos de Ora, Kasai y Willy
volvieron a ser sombras que se iban hacia el bastón. Ora volvía a
estar con su túnica verde y su espada de acero blanco. Willy vestía
con unos pantalones marrones y una sudadera sin mangas de color
blanca, la cual tenía una capucha que le cubría de nuevo el rostro.
En sus brazos se podía ver unos cuchillos de hierro atados con unos
cinturones. Kasai solo era él, transparente.
—Y
Kasai, hasta que te recuperes...—prosiguió el guardián.
En
ese momento, de la espalda de Kasai empezaron a formarse seis rayos
de fuego anaranjado que se hacían más largos, hasta que empezaron a
surgir unas dalles que ardían con un fuego de mismo color. Tres
dalles en cada lado que respondían a los movimientos de Kasai. Eran
como dos manos de más formadas solo por tres dedos.
Continuará.