Sufvil
estaba en una celda, al cual retenía sus poderes. De repente se
abrieron las puertas y entró una persona con un traje negro con
rayas rojas. Esa persona empezó a hablar con un modulador de voz.
—Ya
era hora de que estuvieses en una celda.
—¿Perdona?—preguntó
Sufvil.
—Vamos,
llevas tiempo por ahí, quemando lugares y personas, aunque no
sabemos cómo lograste cambiar el color de tus llamas, sabemos que
eres tú Saeta Ardiente. Al fin dejas ver tu cara.
—¿Saeta
Ardiente?, creo que os equivocáis.
En
ese momento, el interrogador, o interrogadora, empieza a recibir una
transmisión por su casco. Después, volvió hacia Sufvil.
—Te
has librado, pero puede que le sirvas a mi jefe,—dijo saliendo.
Después
las puertas se cerraron justo cuando dio el ultimo paso.
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