Tras ese
portal, se hallaron en una jungla siniestra. Los árboles eran de
madera oscura, sus hojas apenas existían. Había matorrales con
mismo aspecto. Los caminos eran fríos y desolados. Aunque fuese de
día, el lugar estaba cubierto por una nube gris que se tragaba la
luz.
Kasai, Ram
y Wild fueron avanzando por las sendas de ese bosque perturbador.
Haciéndose paso mediante la fuerza para poder seguir. Llegaron a un
barranco, donde vieron que el bosque seguía a un par de decámetros
por debajo. En ese valle vieron algo que sobresalía, una especie de
templo antiguo en ruinas.
Un par de
horas más tarde, habían llegado a las puertas del templo que les
acechaba.
—No
creo que debamos entrar—dijo Ram asustado.
—Siento
una gran fuente de calor ahí dentro—dijo Kasai.
—Entra—dijo
Wild,—yo me quedo cuidando al chico.
Kasai
empezó a arder y entró. Empezó a ver por las paredes muchos
garabatos y jeroglíficos.
—¿Quién
sería la tribu?—se preguntó Kasai.
Seguía
avanzando, contemplando cara jeroglífico. Algunos parecían
estrellas de ocho, diez y doce puntas con varias rayas dentro. Otros
eran figuras geométricas. En un momento vio un garabato que era
diferente a los demás. Mientras que aquellos garabatos dibujaban la
historia de una cultura, de un pueblo, el que veía era demasiado
moderno. El garabato era un hombre, con cuatro brazos de más, en los
que llevaba algo que parecían sierras de cadena, al igual que en su
brazo derecho humano. A ese ente, se le veía siendo adorado por
otros garabatos de hombres indígenas. Debajo de ese hombre moderno
había un jeroglífico, parecía una estrella de cuatro puntas, con
una raya que la dividía por la mitad desde arriba hasta abajo.
Kasai
frotó ese jeroglífico, después de eso empezó a oír un ruido, un
ruido que se acercaba a mucha velocidad. Moró a los lados y vio en
el fondo del pasillo inclinado como una gran esfera de piedra rodaba
hacia él.
—Esto
no es una peli,—dijo Kasai sonriendo.
Puso
un brazo detrás de sí. Del suelo empezaron a salir llamas que se
dirigían a su mano. Cuando vio la bola lo suficiente cerca de él,
dio un puñetazo en el aire. Al mismo tiempo que daba ese golpe, las
llamas de su mano se habían soltado del suelo y habían formado otro
puñetazo más grande, uno hizo polvo esa bola.
—¡Cuánto
tiempo sin usar esta técnica!
Kasai
siguió su camino, de forma lenta y cautelosa, seguía contemplando
los jeroglíficos hasta que empezó a oír unas voces. Se acercó
sigilosamente hasta que vio a tres seres negros con armadura de
aspecto de fuego, pero de colores distintos. Uno era de tonos azules,
otro de tonos verdes y el tercero los tenía dorados. Era la misma
armadura que Kasai llevó años atrás, y ellos eran las Saetas
Ardientes posteriores, la nueve, diez y doce.
—Hablando
del jefe—dijo Focu Matsch, el que era verde, el cual, de los tres,
era el único con género femenino—¿qué debemos hacer ahora?
—Por
el momento, seguir alejando al niño—dijo Moto Magma, el de azul.
—Llevamos
un año así—se quejó Fajro Magmo, el amarillo,—¿por qué
hacemos esto?
—En
un inicio—empezó Moto,—Dr.Átomo y el jefe acordaron hacer un
ejército de soldados únicos, Kasai era el definitivo en
piroquinesis, pero luego ocurrió el desastre con Kingja City, el
gran laboratorio. Kasai empezó a desviarse del camino propuesto, ahí
fue cuando el jefe decidió buscarnos a mí y a Vatra. Vatra trató
de eliminar a Kasai mientras yo reunía a los demás soldados, pero
Kasa fue mejor que Vatra y...
—Doce,
seso ya lo sabíamos—le cortó Focu,—pero, ¿por qué nosotros
ahora?
—Porque
hay unos seres en este universo de dimensiones que no paran de joder
su planes, y nos ha prometido una parte del gran premio si le
ayudábamos a librarnos de ellos.
—¿Qué
seres?—preguntó Fajro.
—No
estoy muy al tato por ir de aquí hacia allí, pero por el momento
son cuatro. Su hermano, un hombre risueño con un sable del más
allá, no hay que engañarse con la prótesis del pie izquierdo.
Después, otro de la misma dimensión, un fantasma negro que lanza
rayos y fuego. Alguien de esta dimensión, un piroquinético por
naturaleza, con una saeta de fuego. Pero me ha dicho que a quien más
teme es al cuarto.
—Así
es—dijo una voz resonante en la oscuridad.
—Señor—dijeron
los tres inclinándose.
—Levantaros—les
dijo la voz,—en cuanto al joven Yogan, no os preocupéis, solo
necesito que encontréis a todos los soldados especiales dispuestos a
luchar por la causa.
—Mi
señor, ¿por qué os molesta el cuarto?—preguntó Fajro.
—Mi
hermano y su amigo el fantasma, se podrían declarar dioses, el
piróquinetico tiene esa flecha que fue creada por la mano de alguien
como yo, pero el cuarto no es más que alguien corriente que no tiene
explicación. ¿Os acordáis de el Crymon?
—Es
el ser imbatible—dijo Focu.
—Era,
o lo creíamos. Crymon fue fácilmente vencido por él, le atravesó
el pecho, arrancándole el corazón y lo reventó mientras Crymon
caía. No tiene piedad con nadie salvo con aquellos con un potencial
como el suyo.
—My
señor, dime su nombre y lo buscaré—dijo Focu.
—No,
te vencería en nada.
—Pues
déjeme informarme sobre él, buscaré su punto débil, aunque me
pase la eternidad.
—Si
así lo deseas, que así sea. Por el momento, solo sé su nombre.
—¿Y
cuál es?
—Saulo
Séis-Soles Rojos, pero es más conocido como Musha.
—Vaya,
vaya—gritó Kasai entrando por la puerta,—Así que Musha también
ha hecho de las suyas contra varios de vosotros.
—Veo
que ya le conoces—le dijo Focu.
—Más
o menos—le contestó.
—¿Qué
haces aquí?—le preguntó la voz.
—Buscar
a mi hijo, devolvédmelo y os perdonaré, pero si no, veréis.
—Para
el carro, Kasai—dijo la voz,—¿de qué conoces a Musha?
—Peleé
con él hace años, pero al parecer me entrenaba.
—Eso
lo explica, cuando peleamos, jugó conmigo. Me insultó, luego peleó
y me acabó cortando la cabeza.
—Bla
bla bla, devuélveme a Yogan y te dejaré con tu “misa”.
—¿Misa?—preguntó
la voz.
—Jerga
juvenil, significa “mis asuntos”.
—Entendido,
pero tu hijo se queda, y cuando consiga a tu hija, también.
—Pues
prepárate—dijo Kasai empezando a arder.
Las
otras Saetas empezaron a arder, pero en ese momento un disparo de
plasma interrumpió el combate.
—Cuatro
contra uno, lo veo injusto—gritó una voz femenina.
Contiuará.
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