Buscar este blog

Pestañas (Basta con pasar el ratón)

domingo, 5 de marzo de 2017

4-Las Ruinas [3]

Tras ese portal, se hallaron en una jungla siniestra. Los árboles eran de madera oscura, sus hojas apenas existían. Había matorrales con mismo aspecto. Los caminos eran fríos y desolados. Aunque fuese de día, el lugar estaba cubierto por una nube gris que se tragaba la luz.
Kasai, Ram y Wild fueron avanzando por las sendas de ese bosque perturbador. Haciéndose paso mediante la fuerza para poder seguir. Llegaron a un barranco, donde vieron que el bosque seguía a un par de decámetros por debajo. En ese valle vieron algo que sobresalía, una especie de templo antiguo en ruinas.
Un par de horas más tarde, habían llegado a las puertas del templo que les acechaba.
—No creo que debamos entrar—dijo Ram asustado.
—Siento una gran fuente de calor ahí dentro—dijo Kasai.
—Entra—dijo Wild,—yo me quedo cuidando al chico.
Kasai empezó a arder y entró. Empezó a ver por las paredes muchos garabatos y jeroglíficos.
—¿Quién sería la tribu?—se preguntó Kasai.
Seguía avanzando, contemplando cara jeroglífico. Algunos parecían estrellas de ocho, diez y doce puntas con varias rayas dentro. Otros eran figuras geométricas. En un momento vio un garabato que era diferente a los demás. Mientras que aquellos garabatos dibujaban la historia de una cultura, de un pueblo, el que veía era demasiado moderno. El garabato era un hombre, con cuatro brazos de más, en los que llevaba algo que parecían sierras de cadena, al igual que en su brazo derecho humano. A ese ente, se le veía siendo adorado por otros garabatos de hombres indígenas. Debajo de ese hombre moderno había un jeroglífico, parecía una estrella de cuatro puntas, con una raya que la dividía por la mitad desde arriba hasta abajo.
Kasai frotó ese jeroglífico, después de eso empezó a oír un ruido, un ruido que se acercaba a mucha velocidad. Moró a los lados y vio en el fondo del pasillo inclinado como una gran esfera de piedra rodaba hacia él.
—Esto no es una peli,—dijo Kasai sonriendo.
Puso un brazo detrás de sí. Del suelo empezaron a salir llamas que se dirigían a su mano. Cuando vio la bola lo suficiente cerca de él, dio un puñetazo en el aire. Al mismo tiempo que daba ese golpe, las llamas de su mano se habían soltado del suelo y habían formado otro puñetazo más grande, uno hizo polvo esa bola.
—¡Cuánto tiempo sin usar esta técnica!
Kasai siguió su camino, de forma lenta y cautelosa, seguía contemplando los jeroglíficos hasta que empezó a oír unas voces. Se acercó sigilosamente hasta que vio a tres seres negros con armadura de aspecto de fuego, pero de colores distintos. Uno era de tonos azules, otro de tonos verdes y el tercero los tenía dorados. Era la misma armadura que Kasai llevó años atrás, y ellos eran las Saetas Ardientes posteriores, la nueve, diez y doce.
Hablando del jefe—dijo Focu Matsch, el que era verde, el cual, de los tres, era el único con género femenino—¿qué debemos hacer ahora?
—Por el momento, seguir alejando al niño—dijo Moto Magma, el de azul.
—Llevamos un año así—se quejó Fajro Magmo, el amarillo,—¿por qué hacemos esto?
—En un inicio—empezó Moto,—Dr.Átomo y el jefe acordaron hacer un ejército de soldados únicos, Kasai era el definitivo en piroquinesis, pero luego ocurrió el desastre con Kingja City, el gran laboratorio. Kasai empezó a desviarse del camino propuesto, ahí fue cuando el jefe decidió buscarnos a mí y a Vatra. Vatra trató de eliminar a Kasai mientras yo reunía a los demás soldados, pero Kasa fue mejor que Vatra y...
—Doce, seso ya lo sabíamos—le cortó Focu,—pero, ¿por qué nosotros ahora?
—Porque hay unos seres en este universo de dimensiones que no paran de joder su planes, y nos ha prometido una parte del gran premio si le ayudábamos a librarnos de ellos.
—¿Qué seres?—preguntó Fajro.
—No estoy muy al tato por ir de aquí hacia allí, pero por el momento son cuatro. Su hermano, un hombre risueño con un sable del más allá, no hay que engañarse con la prótesis del pie izquierdo. Después, otro de la misma dimensión, un fantasma negro que lanza rayos y fuego. Alguien de esta dimensión, un piroquinético por naturaleza, con una saeta de fuego. Pero me ha dicho que a quien más teme es al cuarto.
—Así es—dijo una voz resonante en la oscuridad.
—Señor—dijeron los tres inclinándose.
—Levantaros—les dijo la voz,—en cuanto al joven Yogan, no os preocupéis, solo necesito que encontréis a todos los soldados especiales dispuestos a luchar por la causa.
—Mi señor, ¿por qué os molesta el cuarto?—preguntó Fajro.
—Mi hermano y su amigo el fantasma, se podrían declarar dioses, el piróquinetico tiene esa flecha que fue creada por la mano de alguien como yo, pero el cuarto no es más que alguien corriente que no tiene explicación. ¿Os acordáis de el Crymon?
—Es el ser imbatible—dijo Focu.
—Era, o lo creíamos. Crymon fue fácilmente vencido por él, le atravesó el pecho, arrancándole el corazón y lo reventó mientras Crymon caía. No tiene piedad con nadie salvo con aquellos con un potencial como el suyo.
—My señor, dime su nombre y lo buscaré—dijo Focu.
—No, te vencería en nada.
—Pues déjeme informarme sobre él, buscaré su punto débil, aunque me pase la eternidad.
—Si así lo deseas, que así sea. Por el momento, solo sé su nombre.
—¿Y cuál es?
—Saulo Séis-Soles Rojos, pero es más conocido como Musha.
—Vaya, vaya—gritó Kasai entrando por la puerta,—Así que Musha también ha hecho de las suyas contra varios de vosotros.
—Veo que ya le conoces—le dijo Focu.
—Más o menos—le contestó.
—¿Qué haces aquí?—le preguntó la voz.
—Buscar a mi hijo, devolvédmelo y os perdonaré, pero si no, veréis.
—Para el carro, Kasai—dijo la voz,—¿de qué conoces a Musha?
—Peleé con él hace años, pero al parecer me entrenaba.
—Eso lo explica, cuando peleamos, jugó conmigo. Me insultó, luego peleó y me acabó cortando la cabeza.
—Bla bla bla, devuélveme a Yogan y te dejaré con tu “misa”.
—¿Misa?—preguntó la voz.
—Jerga juvenil, significa “mis asuntos”.
—Entendido, pero tu hijo se queda, y cuando consiga a tu hija, también.
—Pues prepárate—dijo Kasai empezando a arder.
Las otras Saetas empezaron a arder, pero en ese momento un disparo de plasma interrumpió el combate.
—Cuatro contra uno, lo veo injusto—gritó una voz femenina.

Contiuará.

No hay comentarios:

Publicar un comentario