Sufvil
llevaba un par de horas andando en dirección suroeste, lentamente
había visto el marchar de las estrellas y la venida del astro rey.
No se dio cuenta, pero había llegado a una carretera.
—Curioso
terreno, y el material que lo protege.
En
ese momento empezó a ver como un parde coches se le acercaban desde
el norte, en seguida vio como se paraban a donde estaba él.
—Curioso
animal, y hasta puede transportar gentes en su interior.
Dentro
del primer coche iban dos mujeres y un hombre que lo conducía, en el
otro eran dos hombre y dos mujeres.
—¿Qué
hay forastero?—le dijo una pelirroja con sombrero de
vaquero.—¿Hacia donde vas?
—A
la ciudad de los ángeles—contestó Sufvil.
—Nosotros
a Pasadena, ¿te llevamos?
—Sería
de buen agradecer, mi señora—dijo Sufvil.
Sufvil
subió al coche y vio como el hombre y las dos mujeres iban vestidos
de vaqueros.
—Curiosos
uniformes los que lleváis.
—Vamos
a una convención de cowboys—dijo
el hombre, después sacó la cabeza por la ventana y gritó:—¡yeha!
Sufvil
notó que en el otro coche gritaban lo mismo.
—¿Pero
no ibais a Pasadena?
—Eres
muy gracioso—le dijo la pelirroja,—por cierto, ¿cómo te llamas?
—Sufvil—contestó
Sufvil.
—Yo
soy Annabelle—le dijo la pelirroja,—y ellos son Peter y Lucy.
—Un
placer—dijo Sufvil.
—Eh
chicas—empezó Peter,—¿qué tal si caldeamos el ambiente?
—No
se diga más—contestó Sufvil.
En
ese momento Sufvil extendió su mano, la abrió y dejó ir unas
cuantas llamas anaranjadas.
—¿Cómo
haces eso?—le preguntó Lucy.
—Debes
de ser uno de esos artistas del fuego—exclamó Annabelle.
—Sí,
así me llaman en mi tierra, “El artista del Fuego”—contestó
Sufvil.
—Eres
muy gracioso chaval—volvió Peter,—pero apágalo antes de
incendiar mi coche. Y antes, quería decir poner música cuando dije
“caldear el ambiente”.
—Ya
perdón—dijo Sufvil apagándola.
—Tranquilo,
con tu don es lógico que te lo tomes a la ligera—le contestó
Peter.
En
ese momento, Lucy encendió el reproductor de música del coche,
donde empezó a sonar With Me de Crush40.
—Déjala,
por favor—le rogó Anabelle.
—Menudo
rugido más celestial suelta vuestra bestia—exclamó Sufvil
—Di
que sí, Suf—dijo Peter.
En
ese momento, Peter volvió a sacar la cabeza por la ventana y gritó
otro “Yeha”, en ese momento, las chicas y la gente del otro coche
contestó con el mismo grito.
*
* *
Unas
horas más tarde, los dos coches ya habían llegado a Pasadena,
Sufvil se bajó y les agradeció el haberle traído.
—No
hay de qué—dijo Annabelle,—si sigues hacia el suroeste, en
seguida estarás en Los Ángeles.
Sufvil
empezó a caminar en dirección suroeste, preguntándose dónde
podría encontrar a los fugitivos. Avanzó durante unas horas hasta
que vio un bar llamado “El Fuego”, en el que decidió entrar.
Abrió
la puerta y vio que el bar estaba debajo del edificio en el que se
encontraba, por lo que bajó y bajó hasta encontrarse con un grupo
de mala gente. Cuando la gente se enteró de que Sufvil había
entrado, un hombre calvo le interrumpió el paso y le dijo.
—No
tendrías que haber entrado chavalín, ¿sabes qué hacemos con los
intrusos?-
En
ese momento el hombre sacó un mechero y lo encendió.
—Eso
no es nada comparado con esto—dijo Sufvil abriendo la mano y
dejándola arder.
En
ese momento, el hombre se rió y apagó el mechero.
—Barman,
una para el chaval—gritó, luego puso su brazo sobre el hombro de
Sufvil y volvió a hablar—en este bar todos somos pirómanos y
siempre estamos encantados de recibir gente con fuego en la sangre,
aunque esta vez sea literal.
—Ya
veo—habló Sufvil mientras apagaba su mano,—apostaría a que
tenéis a más como yo.
—En
esta banda de fuegos fatuos seguro, somos bastantes esparcidos por la
ciudad, he oído rumores de tres individuos que son como tú, si
hablo con el jefe, quizá te ponga con ellos. Aunque yo que tú
esperaría u poco.
—¿Por
qué?
—El
jefe quiere fichar a un tipo que arde sin parar. Últimamente ha ido
cambiando de colores, he contado hasta trece colores, pero aún así,
mejora cada vez. Se hace llamar “La Saeta Ardiente”.
—No
me suena.
—Pues
es muy famoso, o famosa si es mujer, tiene muchos países con un
precio de captura muy elevado, pero aún así, el jefe lo quiere en
nuestro grupo.
—¿Y
qué hace vuestro grupo?
—Nos
hacemos llamar los Mercenarios del Fuego, si alguien quiere hacer
desaparecer algo o alguien, esa es nuestra especialidad, y tú,
encajarías bien en el equipo.
—Me
encantaría unirme a esos que son igual que yo.
—Deja
que hable con el jefe.
En
aquel momento, el hombre sacó un teléfono móvil por el que empezó
a hablar por un rato. Cuando terminó, le dijo a Sufvil.
—Me
ha dicho que si quieres unirte ya, están yendo a su objetivo en la
cuarta con Detroit, ahora están cerca, en Formosa. Para llegar solo
debes seguir la calle hasta llegar y subir un poquito.
—¿Cuanto
tardaría?
—Andando,
unos minutos.
Sufvil
salió en ese momento, corriendo sin parar. Siguió las indicaciones
hasta que llegó a la calle Detroit, donde empezó a subir y en pocos
segundos vio como tres hombres incendiaban una casa.
En
ese momento, Sufvil empezó a andar, aplaudiendo lentamente. Los tres
se giraron y le vieron.
—Cíniri
Lávica, Aska Lava e Ihai Yogan—empezó Sufvil.
—¿Que
quiere ahora su alteza?—preguntó Ciniri.
—Os
felicito, habéis batido el récord, nada más salir ya empezáis
quemando cosas, aunque me han dicho que es por un precio—continuó
Sufvil.
—¿Y
qué?—preguntó Ciniri.
—O
volvéis, o veréis—dijo Sufvil.
En
ese momento, Aska e Ihai empezaron a arder y a correr hacia Sufvil,
Sufvil sacó su saeta y absorbió en un instante todo el fuego que
habitaba en ellos, dejándolos convertidos en cenizas.
—Cíniri,
es tu última oportunidad—le avió Sufvil.
En
ese momento, la policía, los bomberos y las ambulancias llegaron.
Mientras los bomberos intentaban apagar el fuego, los policías
rodearon a los dos.
—Cíniri,
no les hagas daño.
—Esto
no es tu reino Suf.
Ciniri
empezó a arder hacia la policía mientras ellos disparaban sin
causarle daño. Cíniri siguió corriendo, a punto de llegar a su
primera víctima de la noche, pero algo lo frenó. Se giró y vio a
Sufvil cogiéndolo con una cuerda que salía de su saeta.
En
ese momento, uno de los policías se dirigió a los bomberos y les
dijo algo, acto seguido, ellos empezaron a echar agua sobre Cíniri,
dejándolo en cenizas también. Mientras, los policías apuntaban a
Sufvil para que se rindiera, y éste les hizo caso.
FIN