—¿La
Saeta Sombría?—preguntó
Ora.
—En
el limbo—empezó Rex,—hay unos seres llamado guardianes del
limbo, son seres encapuchados. Obviamente vigilan todo el limbo y solo
salen de allí si es pertinente.
—¿Es
decir que esa Saeta Sombría es uno de sus guardianes?—preguntó
Ram.
—Más
o menos—continuó Rex.—En mi estancia en el limbo vi a uno de
ellos, se llamaba The Wild. Cuando le vi, tenía un cuerpo humanooide
entre sus brazos. Estuvo haciendo una de cosas hasta que salió otro
encapuchado, uno con dos guadañas ardiendo al cual llamó La Saeta
Sombría. Como los guardianes del limbo llevan toda su vida allí,
supuse que es un ser que crearon por si acaso.
—Nuestro
amigo, Kasai—empezó Konran,—se hacía llamar La Saeta Ardiente,
¿crees que tiene algo que ver?
—Lo
más probable—siguió Rex,—es que hayan usado a vuestro amigo
para hacerlo, y seguro que a más gente.
—Si
Heishi está ahora en el limbo—empezó Ram,—tendrá problemas con
esa cosa.
—Si
los guardianes del limbo usaron a Kasai para hacer a ese ser—empezó
Ora,—lo más probable es que aún guarden a Kasai en su escondrijo,
¿no?
—Seguramente—dijo
Rex,—pero si entramos tenéis que tener en cuenta una cosa. En el
limbo el tiempo es una locura. Aquí puede pasar un día mientras que
ahí puede pasar de un segundo a millones de años, el tiempo no para
de cambiar. Yo en el limbo estuve por lo menos unos tres milenios,
pero cuando salí, no habían pasado los trece meses.
—¿Cómo
entramos?—preguntó Ram,—¿cómo entraste?
—Entré
por accidente, pero supe como salir—contestó Rex,—y desde que
salí he estado preparando un me´todo para entrar pero no está de
todo bien. Con la ayuda del Dr. Átomo hubiéramos podido hacerlo sin
problemas.
—¿Cuánto
tardarías?—pregunto Konran.
—Pues
la verdad—empezó de nuevo Rex,—bastante. Si conocéis a alguien
que maneje bien las tecnologías, puede que menos.
—Te
ayudaré—dijo Ram.
—¿Tú?—le
preguntó Rex,—no te ofendas, pero no veo que pases de los doce
años de edad.
—El
mes que viene cumpliré los doce—dijo Ram,—y para tu información
he sido el discípulo del Dr. Átomo durante el último año. He
aprendido demasiado.
—Ni
siquiera creo que estés preparado para entrar en el limbo—le dijo
Rex.
En
ese momento Ram apretó un botón de un brazalete que llevaba. Unos
segundos más tarde, el aparato que Ram manejaba hacía unos instantes
en su casa había venido hacia él de manera que algunas partes le rodeaban el cuerpo. Parecía un exoesqueleto.
—He
luchado contra un ejército de varos y muchas cosas más que jamás
habrías soñado ver. Y todo eso sin mi exoesqueleto. Kasai me
entrenó para todo.
—Esta
bien, podrás ayudar—dijo Rex.
—Ram—empezó
Konran,—¿de dónde has sacado eso?
—Le
hice unos arreglillos a la pistola y las botas que me regaló Kasai
el año pasado.
—Con
eso puesto, necesitas un nombre—dijo Ora.
—¿Cómo
te llamabas chico?—le preguntó Rex.
—Ram.
—Y
lo que llevas, ¿qué hace?
—Varias
cosas, pero inicialmente es un arma sónica.
—Veo
que tu amigo eligió sabiamente, cualquier cosa sirve como un buen
arma si sabes usarlo como tal. Y tu amigo sabía que el sonido podía
ser doloroso, e incluso letal, a ciertas frecuencias.
—AudioRam—dijo
Ora,—creo que te pega.
—No,
cualquier cosa menos eso—dijo Rex.
—Pues
a mí me gusta—dijo Ram,—guardo esto y empezamos a ponernos con
ello.
—Mientras,
yo iré a preparar las cosas para el equipaje—dijo Ora.
—Te
acompaño—dijo Konran.
—No
Konran—le susurró Ora, procurando que no les oyeran,—quiero que
te quedes y ayudes en lo que puedas, necesito que vigiles a Rex, hay
algo que me dice que no me fíe.
—Como
quieras—dijo Konran mientras se iba con Ram y Rex.
Ora
salió de la choza del científico y ordenó a un par de personas a
que se llebaran el cadaver del doctor mientras hacía irse a los
demás.
Continuará.
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