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Pestañas (Basta con pasar el ratón)

domingo, 1 de enero de 2017

1-Yo soy Sufvil

Era una mañana de diciembre del año dos mil catorce, cuando un grupo de personas, que parecían guardias, llevaban a un preso hacia un volcán de Hawai, cuyo nombre no se debe recordar.
El convoy entró en el volcán y se metió en la lava como si fuera una piscina pública. En el momento anterior al impacto, un aura llameante rodeó a cada uno de los individuos.
Poco a poco, cada miembro fue sumergiéndose dentro del lava, bajando por las chimeneas volcánicas hasta llegar a la cámara magmática. Una vez allí se dirigieron a una chimenea secundaria que los condujo a una especie de caverna dentro del manto terrestre.
Esa caverna era tan grande como una provincia. Al salir todos de la lava, fueron llevando al preso a la ciudad, más cercana de la laguna de lava por la que salieron. En las puertas de la ciudad, un hombre que aparentaba treinta años les esperaba, ese hombre iba solo con unos pantalones con unos tirantes unas y sandalias y llevaba envainada una saeta hecha de fuego puro.
—Vaya, vaya—empezó a decir el preso al ver el hombre,—pero si es el principito.
—Soy Sufvil, el príncipe de los apiros, no el principito—le contestó.
Los apiros son una raza hecha de fuego puro, suele aparentar formas humanoides para poder pasar desapercibidos entre la humanidad. Ellos, a parte de dominar la piroquinesis, envejecen tres veces más rápido que un humano, pero viven el doble de tiempo.
—Lo que tú digas.
En ese momento, Sufvil empezó a decir unas palabras:
—Cíniri Lávica, hijo de Cinza Lávica y su esposa Tefra, se te acusa de los más altos crímenes contra la humanidad, poniendo más en riesgo la raza de los apiros, los tuyos. ¿Cómo se declara el acusado?
—¿Crímenes?, no—empezó a contestar Cíniri,—pero ahora,¿actos?, sí, me enorgullezco de todo acto de lo que he hecho en mi vida—en ese momento se enfadó y prosiguió,—excepto de lo que tú ya sabes.
Sufvil le devolvió el enfado.
—Cíniri Lávica, serás llevado a las mazmorras del castillo, mañana, el rey en persona te juzgará y se decidirá tu destino entre la muerte, la esclavitud o la retención—dicho esto, ordenó a los guardas,—llevároslo.
—No duraré nada en esas mazmorras.
—Lo sé, han puesto precio a tu cabeza.
Los guardas obedecieron y de inmediato se lo llevaron al castillo. Por lo contrario. Sufvil se dirigió a una de las casas de la ciudad. Llamó a la puerta y de inmediato un anciano con báculo.
—Pero si es el joven Sufvil, pasa hijo.
—Gracias maestro Ash.
Mientras Sufvil entraba y se sentaba en una silla, el maestro Ash empezó a preguntar.
—¿Y cómo va todo? Hace tiempo que no nos veíamos.
—He estado ocupado maestro.
—Ya lo sé, por algo eres el príncipe y mi futuro rey. Me siento orgulloso de lo que te has convertido.
Sufvil se detuvo un momento y comentó.
—Traigo noticias sobre Cíniri.
—Al fin lo has capturado.
—Me hubiera gustado hacerlo, me hubiese asegurado de que no le hubieran hecho daño.
—Sufvil, cuando ambos terminasteis los estudios hace cuatro años, él no se vio capaz de nada mejor que criminar, des de ese momento que tuviste que tener claro que vuestra amistad se había terminado.
—Ya pero...
—Sigues viendo en el al niño que conociste a los tres años de edad.
—No sé que voy a hacer, tengo diez años y...
—¿Crees que te recordarán como el rey que fue amigo de un criminal?, pero no.
—¿Cómo está seguro?
—Esa saeta que llevas colgando es capaz de sabe Dios qué. Lo que te enseñó tu padre sobre ella es la mezcla de lo que le enseñaron a él más lo que él descubrió. Tú puedes descubrir mucho más y te recordaran por ello, porque al descubrir algo de ese arma es como cargar con un mundo entero, igual de difícil. Y ahora, será mejor que vuelvas al castillo, tu familia debe estár esperándote.
En ese momento, Sufvil se despidió de su maestro y se fue volando al castillo. Al llegar, se fue volando a uno de los torreones, aterrizó y entró. Bajó por las escaleras hasta llegar sus aposentos, en los que habitaba con su esposa Firena.
Al entrar, la encontró sentada en el pupitre leyendo.
—Hola mi llama—le saludo cariñosamente Sufvil.
“Mi llama” es el termino amoroso que tienen los apiros machos con las hembras, algo que en lo humano equivale a un “cariño” o “cielo”.
—Hola mi amor, ya me han comentado lo de Cíniri, ¿cómo te encuentras?
—Mejor. He hablado con el maestro Ash, te manda recuerdos. Y le hado los tuyos.
—Gracias.
—Cómo va el bebé.
—Llevo solo un mes de embarazo.
—Ya, pero nos quedan dos para decidir el nombre—dijo Sufvil mientras se tumbaba en la cama.
—He pensado que Heráclito suena bien—comentó Firena mientras se quitaba las joyas y las dejaba en el joyero.
—Suena bien pero, ¿por qué?
Firena se metió en la cama con su marido, apoyó su cabeza en el hombro de él y empezó a explicar.
—En la humanidad, habían unos seres llamados filósofos que buscaban el origen de la creación con su mente, o eso he entendido. Hubo uno de ellos que pensó que todo salía del fuego.
—Un detalle por su parte, pero me parece una gilipollez, ¿no pensó en el agua, la tierra, el aire y la oscuridad u otros elementos?
En ese momento se produjo un temblor y empezaron a haber gritos. Sufvil saltó de la cama y fue a la ventana.
—¿Que sucede?—le preguntó Firena.
—Todos los presos se escapan.
En ese momento, Sufvil desenvainó la Saeta y saltó por la ventana.

Continuará.


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