Atención, las opiniones
reflejadas por el protagonista no son equivalentes a las opiniones de
su autor. XD
Eran cerca de las cuatro de la
madrugada, cuando Musha cabalgaba a lomos de Vykwm, con su aspecto de
dragona real. Musha tenía puestas su cota y su capucha, sus pies
puestos en el lomo de su fiel bestia y agarrándose a sus cuernos. Vykum
solo tenía unas prendas de cuero negras sobre sus escamas oscuras,
dichas prendas le cubrían parte de la cabeza y el cuerpo dejando las
alas, las patas y la cola libres.
—Estamos
cerca de Whasington—dijo Vykwm por telepatía,—¿por donde está
su sede?
—Bajo
tierra—contestó la sombra.
—¿Y
cómo entramos?
—El
monolito de Whasington tiene una especie de estanque delante, tiene
unos túneles de acceso que solo usan como salida de emergencia, cosa
que aún no les he visto hacer.
—Supongo
que estará sellado.
—Lo
está.
—¿Y
cómo entramos?
—Siendo
transparentes, si reviento la puerta inundaré parte de la sede
dejándola al descubierto. Esa sede abarca por lo menos la mitad de
la ciudad.
—Por
Inri, si que es grande.
—Pues
no has visto la de Barcelona aún.
Musha
y Vykwm prosiguieron su camino por el aire. Llegaron a su ciudad de
destino, Musha conjuró un hechizo para hacerse transparente, con
Vykwm, justo antes de sumergirse en el agua. Al atravesar las puertas
del túnel, se volvieron a poner en estado materia.
Vykwm
prosiguió el descenso de ese túnel hasta llegar a un hangar lleno
de aeronaves de todos los tamaños. La dragona y la sombra dieron una
vuelta por ese hangar mientras observaban como el personal de la zona
se les quedaba mirando. Musha señaló una zona despejada donde la
dragona aterrizó poco más tarde. Musha bajó de su dragonesca
criatura y notó como los soldados se le acercaban apuntando con sus
armas.
—Vaya,
no solo me invitan a participar en un juego de niños en la Luna,
sino que además quieren que juegue un poco con sus muñecos de
plástico—comentó Musha.
—Esta
bien, bajad las armas—empezó a sonar una voz femenina,—además,
¿de qué os van a servir?
Los
soldados empezaron a apartarse y de entre su multitud apareció la
misma mujer del bar del Bronch.
—No
es más que un invitado y no un intruso—continuó ella.
—Ya
habéis oído a la jefa—dijo Musha,—así que desalojad, o como
decimos en mi tierra, foteu el camp d'aquí.
Los
soldados fueron bajando las armas e yéndose mientras murmuraban
cosas como, “vaya, solo es un invitado” o “ya me quedo más
tranquilo”.
—Bueno,
me alegro volver a verte—le dijo la mujer,—no me presenté ayer,
yo soy...
—Mercedes
Ora, boliviana, de unos veinticinco años.
—¿Eres
adivino o algo?
—No,
dejas tu mente demasiado al descubierto, yo en tu lugar vigilaría,
hay mucho telépata de hoy en día.
—Bueno,
será mejor que te ponga al día—continuó Mercedes.
—Déjame
empezar—dijo Musha,—que ningún soldado se acerque a mi dragona,
no ha probado la carne human aún y no quiero que se vuelva adicta. Y
por otra parte, si le falta una escama, ya sabes de que soy capaz, o
sino pregúntale a los sucesos del pasado veintitrés de diciembre.
Mercedes
le hizo un gesto a un soldado y éste, en el acto, le trajo un
megáfono.
—Atención—empezó
a decir con el megáfono,—Qwerty, nuestro invitado, quiere
aconsejaros que no toquéis a su dragón, por vuestro bien y el de
toda la APM.
Mercedes
le devolvió el megáfono al soldado y éste se fue.
—Ahora
me toca—dijo ella,—principalmente,
la misión a la Luna, te darán todo detalle en la sala de reuniones
0D, ahora de llevaré allí.
—¿Cuántos?—preguntó
Musha.
—¿Qué?
—¿Cuántos
saben que sigo vivo?
—Solo
Regi, yo, y unos pocos más, los demás creen que eres...tu falsa identidad.
Musha
cogió una dalle que colgaba de su dragona y empezó a andar
apoyándose ligeramente con ella mientras Mercedes le acompañaba a
la sala de reuniones
—¿Sabés
algo sobre la misión?—le preguntó Musha.
—Solo
que tiene que ver con tres entes, uno lo conozco, como el resto de la
agencia, pero los otros dos son muy confidenciales.
—¿Quiénes?
—El
conocido, lo conoces de sobra, tú lo creaste.
—¿Cabbot?
—Sí.
—Déjame
adivinar los otros, un tal León y un tal R.
—León
sí, R no. Es más, no sé quién es ese R.
—Cuando
era pequeño, averigüé que León, el archienemigo de mi padre,
hackeó
a Cabbot y lo atribuyó a su propiedad, por ende ha acabdo haciendo
esos ejércitos, esas bases...Supongo que ha decidido avanzar hasta
la Luna viendo que en la Tierra no tiene nada que hacer.
—Porque
estás tú, ¿y R qué tiene que ver?
—En
verano de 2009—prosiguió Musha,— yo tenía solo trece años, con
unos amigos, nos llamábamos los sines, eramos un grupo de gente no
humana. Bueno, el caso es que nos presentamos en una de sus bases,
allí me encontré con el Maestro Saeta, el maestro de mi maestro, y
con él vimos a un ser que estaban recomponiendo, un ser similar al
maestro. Él lo llamó R, eran hermanos y entre ellos surgió una
lucha. R anhelaba el poder y Saeta anelaba la paz. R acabó muriendo y
León, junto con Cabbot, lo estaban recomponiendo. Cuando lo vio,
Saeta rompió la vitrina y descuartizó a los restos de su hermano,
fue la primera y única vez que le vi con tanta ira. Y yo, para
hacerle un favor, lo lancé a una especie de mar eléctrico que había
en la base.
—Vaya,
es una buena historia.
—Y
es cierta, perdí mucho aquél día.
—Bueno,
ahora que sé quién es ese tal R, reitero que no es él.
—Y,
¿quén es el tercero?
—Un
tal Calvario.
—Calvario
y León, no hay nada bueno en esa unión.
—¿Lo
conoces?, pero, ¿con cuántos te has enfrentado tú?
—Con
todo el universo—le respondió Musha.
En
ese momento, ella se paró en una puerta y se la señaló.
—Yo
no puedo entrar, pero Regi me ha dado órdenes de que tu sí puedes.
—Gracias—dijo
Musha.
En
ese momento, se convirtió en sombra y pasó bajo la puerta. Mientras
se iba a una esquina, vio en la sala una mesa con unos doce hombres
hablando sobre la misión. Regi estaba en la presidencia, pero
observó que una chica pelirroja estaba en el lado opuesto, algo
oculta entre la oscuridad.
—Veo
que no me equivoqué en lo de la prima—murmuró Musha.
—Señores—empezó
Regi,—como bien sabemos, León ha invitado a Calvario a su base
lunar y eso no es bueno, pero nuestra fuente interna mas temeraria ha
dicho que solo van a negociar.
—No
me hace falta fiarme de ese Dídac—dijo un hombre a su
derecha,—quizás de Dama sí, pero de Dídac y Pablo no.
—¿Porqué?—preguntó
la chica pelirroja acercandose a la mesa,—¿no se fía de mi
equipo?
—De
ti si—le respondió,—pero de esos montruos no.
En
ese momento, Musha saltó encima de la mesa sorprendiendo a todo el
mundo.
—¿Quién
es el montruo?,¿ellos por ser diferentes?—en ese momento Musha
levantó su guadaña apuntando al hombre,—¿o tú porque no es
capaz de comprender su diferencia?
—Qwerty,
veo que has venido—dijo Regi,—pero baja la guadaña, y a ti de
la mesa.
Musha
obedeció.
—Regi,
¿ese es su mercenario?—el hombre del otro extremo de la
mesa,—seguro que no tiene ni la mitad de dotes de cuqluiera que
estemos en esta sala—luego se dirigió a Musha,—y por nuestras
medallas, trátanos de usted jovencito.
—Usted—le
dijo Musha,—en cuanto le veo, miro sus dotes también veo
que...seguro que se ha ganado su puesto jugando a la casita de
muñecas.
—¿Perdona?—contradijo
él,—pregunta y verás que en mis comienzos desactivé misiles, he
realizado durante mi carrera operaciones las cuales han salido
victorioasas, tengo el mejor equipo de esta agencia y he hecho más
cosas de las que soñarías.
—Me
disculpo y admito mi error....—empezó de nuevo Musha.
—Claro
que admites tu error—admitió el hombre de nuevo.
—Jugar
a la casita de muñecas, por lo menos ya es hacer algo—terminó.
En
ese momento todos soltaron una pequeña risa, Dama se le acercó y le
dijo.
—Perdone
mi general, pero se lo ha dejado en bandeja—dijo ella.
—¿A
sí?—dijo el general,—por lo menos yo soy un hombre maduro.
—Y
siempre, el estado maduro pasa a ser después a ser el estado
podrido.
—Mira,
Qwerty, ni siquiera sabes quiénes somos.
—Claro
que sí, Regi es el Capo—empezó de nuevo Musha, luego comenzó a
señalar uno a uno,—tú el gilipollas, tú el memo, tú el
retrasado mental apalominado, tú el berzotas, tú el pamplinas, tú
el máster en cagarla, tú el pringado de turno, tú el cabeza-huevo,
tú el doctor chiflado, tú eres al que todos le hacen bulling,
y por último, tú eres el rey de los panolis. La chica se salva.
—¿Rey
de los panolis?—preguntó de nuevo el hombre de la derecha de Regi.
—Perdone
majestad, a veces confundo rey y emperador.
—Qwerty—dijo
Regi,—¿el Capo?, esto no es una mafia, sino una agencia.
—¿Qué
diferencia hay?—le dijo Musha.
—Mira—le
dijo Regi,—me voy a callar poruqe ya he visto tu numerito, además
debemos proseguir con el tema de la la misión.
—Adelante—dijo
Musha.
—Muy
bien—volvió Regi con el asunto,—al aparecer, Cabbot y Calvario
van a estar negociando, mientras que León a convocado una reunión de mercenarios.
—¿Para
qué los mercenarios?—pregunto un hombre que estaba en medio del
lado izquierdo de la mesa.
—Quiere
librarse de Musha.
—¿Musha?—volvió
el hombre de la derecha de Regi.—A mi entender, Musha dio su vida
en verano de dos mil nueve cuando se enfrentó a Cabbot en persona,
éste hizo un montón de copias con su cuerpo. Tres años mas tarde,
Maudit y sus blarmeros bajan de su planeta para dominarnos y
adoptaron esas copias, pero una se reveló y destruyó esas copias y
a los blarmeros y acabó con Maudit autodestruyéndose. Así que no
sé a qué Musha quiere buscar.
—Al
verdadero—dijo Musha.
—¿No
me has oído?—volvió el hombre,—está muerto.
—Santo
Tomás—respondió Musha.
—¿Qué?—preguntó
el hombre.
—Santo
Tomás, fue el único apóstol que no creyó en la resurrección de
Jesucristo—dijo Regi,
—Eso
ya lo sé—respondió el hombre,—¿pero qué tiene que ver?
—Pues
que no creías que seguía vivo—dijo Musha quitándose la
capucha,—ni que yo fuera quien hizo pedazos a esos bichos del
espacio.
El
personal de la sala se quedó admirando como las lentes de sus gafas reflejaban dos círculos blancos que se movían. Estos círculos
reflejaban la dirección de los ojos de Musha.
—Musha,
¿Cómo estás?—le dijo un hombre en el medio de la mesa.
Musha
sonrió mirando al hombre y después dijo:
—¿Y
a ti que te importa?
—Bueno,
Musha ya vale—dijo Regi,—¿Qué plan se os ocurre compañeros?
—Que
os parece lo siguiente—volvió el general del lado opuesto a
Regi,—tengo entendido que Musha y Dama hicieron muy buen equipo en
el pasado, así que sugiero que los dos se cuelen en la base y
desactiven los escudos, que seguro que tendrá. Justo cuando salgan,
nos avisaran y destruiremos esa base con los cañones de nuestras
fortalezas espaciales que constantemente orbitan la Tierra.
En
ese momento todos los milicianos de la mesa hicieron señas de aprobación a ese plan, Dama hizo lo mismo, pero Musha se mantuvo en
silencio.
—Bueno
Musha—volvió el general,—no te he oído.
—¿Te
digo lo que quieres oir o lo que realmente pienso?—le dijo en ese
instante.
—No
hace falta que seas tan grosero—le contestó.
—Hay
una gran diferencia entre ser grosero y ser sincero, y pienso que ese
plan no tiene precio...
—Gracias—le
dijo el hombre.
—Porque
nadie pagaría por ver un plan como ese—acabó Musha.—Yo haría
lo siguiente: entro en esa base, la destrozo y salgo.
—¿Y
nosotros qué hacemos?—preguntó Dama.
—Pues disfrutar comiendo palomitas—le contestó Musha.
—¿Crees
que me voy a quedar de pie y de brazos cruzados mientras tú lo haces
todo?—contestó el general de nuevo.
—Bueno,
técnicamente comer palomitas no tiene porqué hacerse de pie,
también puede hacerse sentado—le contestó Musha.
—Bueno,
yo apoyo a Musha—dijo Regi.
—Tú
siempre me apoyas—le dijo Musha.
—¿Porqué
vamos a hacer caso de un niñato de diez y siete años de
edad?—preguntó el hombre de la derecha de Regi de nuevo.
—Porque
soy el puto amo y así no arriesgáis a ningún soldado y/o agente—le
contestó Musha.
En
ese momento, todos se pusieron de acuerdo con el plan. Unos momentos
más tarde, se levantaron y se fueron todos, Dama incluida,
exceptuando a Regi y a Musha.
—Voy
a mandar que te dejen una aeronave por el Mohabe, así no levantamos
sospechas—le dijo Regi a Musha.
—Espero
que esta vez no te atribuyas el mérito—le contestó.
—¿Qué?
—Desde
que nos conocimos, todas las medallas y ascensos obtenidos han sido
gracias a mía, y no solo eso, sé que la mitad anteriores fueron
gracias a mi padre. Así que no sé de qué te sientes orgulloso,
pero en mi opinión solo deberías sentirte orgulloso de una cosa.
—¿A
sí?, ¿de qué?—le preguntó Regi.
—Que
en un futuro alterno podría haber sido tu yerno.
Continuará.