Kasai se
despertó a la mañana siguiente. Había dormido en la cama de Ora,
con ella, toda la noche. Se puso la armadura y se fue sigilosamente a
la casa abandonada. Fue buscando por los cajones de los armarios y
cómodas con sumo cuidado de no despertar a nadie. Encontró un
líquido somnífero y una geringuilla. Cuando iba a cargarla del
líquido, se oyó una voz.
—¿Dónde
has estado?
Kasai se
giró y vio que Átomo le miraba.
—Eh,
bueno, mejor no saberlo—le contestó
—Ya,
¿y para qué es eso?
—Misma
respuesta.
—¿Vale?,¿cuándo
os vais?
—Ya
mismo, vaya despertándoles, a todos. Yo voy a hacer algo rápido,
diles que me esperen en la plaza.
Kasai se
fue corriendo a la casa del jefe de la aldea, entró con cuidado y
subió hasta el cuarto de Ora de nuevo. En cuanto la vio dormida.
Dijo en susurros:
—Lo
siento Ora, pero tu pueblo te necesita más que yo.
Habiendo
dicho esas palabras, se sentó en la cama, le acarició la melena y le
inyectó toda la dosis del somnífero. Al finalizar, se fue andando a
la plaza. Allí se encontró a Heishi, Konran y Ram con el jefe,
estaban hablando.
—Vaya,
Kasai, espero que hayas pasado buena noche—le dijo el jefe.
—La
verdad señor, no me puedo quejar.
—Muy
bien, perfecto.
En ese
momento, llegó el doctor acompañado de una criatura de aspecto
humano, pero ésta llevaba un exoesqueleto y la boca sellada, un ojo
era verde esmeralda y el otro azul aguamarina.
—Kasai,
te presento a tu nuevo hermano—le dijo el doctor,—te dejaría
también a Ogama, pero creo que debería quedarse aquí.
—Estamos
todos—dijo Heishi.
—Muy
bien—dijo Kasai,—id tirando,
ahora os alcanzo, tengo que hablar con el jefe a solas.
Mientras
ellos obedecieron, Kasai se quedó con el jefe al mismo tiempo que el
doctor se volvía a la choza.
—Su
excelencia, señor, majestad o como sea—empezó Kasai,—sobre
Ora...
—Sé
lo que has hecho con ella, Kasai.
—Ya,
en primer lugar, era solo para distraerla, y en segundo lugar, le he
puesto un somnífero. Puede tardar semanas en despertar a no ser que
le inyectéis esto.
Sacó
una jeringuilla con un líquido extraño.
—Eso
debería despertarla de manera instantánea, pero hacedlo en el
momento de la batalla, seguro que ya estaremos lejos y así decide
quedarse.
—Muy
bien—dijo el jefe tomando la jeringuilla,—pero debes saber uqe no
me gusta que andes cortejando a mi sobrina.
—Solo
por distraer, no espere ni un noviazgo ni una boda ni nada, y mucho
menos a...¿cómo se diría?, ¿un sobrino-nieto?
—Anda,
vete ya.
Kasai
se fue de inmediato para reencontrarse con su grupo. Cuando los
alcanzó, le preguntó.
—¿Alguien
sabe cómo llegar?
—Eso
comentábamos—dijo Ram.
—Nadie—dijo
Heishi,—pero he oído rumores, la mayoría en Italia, cerca de
Mónaco.
—Eso
viene cerca—dijo Kasai,—Oye Fupo, ¿no sabrás teleportarte por
casualidad?
En
ese momento, Fupo empezó a iluminarse de verde. Acabó soltando un
destello verdoso que rodeó a los demás y en un segundo se vieron en
un bosque diferente.
—Vaya,
es mejor que tu piroportación, Kasai—dijo Heishi.
—Ya,
pero reconoce que te encanta—le dijo continuando la broma, luego
miró a Fupo,—gran trabajo hermano.
Kasai
le ofreció su puño y Fupo lo aceptó chocando los nudillos.
—Creo
que no deberíamos estar aquí—dijo Konran.
—¿Por
qué?, ¿te has quedado helado al ver algo?—le dijo Heishi.
—Buena
gracieta, pero más o menos—dijo señalando una huella.
—Es
una huella humana—observó Ram.
—Sí
y no, los humanos no andan descalzos, y tampoco es un hobbit porque
están extintos. Solo puede ser una cosa de entre dos. Y las dos
cosas no os gustarán.
—¿Qué?—dijo
Ram.
—Zombis—dijo
Heishi sacando su cañón y mirando a los alrededores.
—O
algo mucho peor—siguió Kasai.—Sindos.
—¿Sindos?—preguntó
Ram.
—No
te alejes de mí, Ram— le dijo Heishi.
—Pero
sí de mí, éstos solo comen cualquier tipo de carne y lo pero es
que..les atrae demasiado el calor.
—Si
te arañan, sus uñas te inyectan un veneno que te hace ser como
ellos, si te muerden muerto estarás—empezó Konran,—son la mar
de veloces y el agua los desintegra..
—¿No
habrá un estanque por aquí?—preguntó Heishi.
—Creo
que no—afirmó Kasai,—pero ellos sí.
Señaló
a lo alto de una colina, empezaron a salir un buen grupo de sindos
que inmediatamente empezaron a bajar corriendo hacia ellos.
—Huid,
yo me encargo—dijo Konran.
—¿Qué?—dijo
Kasai.—Ni hablar...
—Hazme
caso, no soy carne ni calor, a mí no me pasará nada.
Kasai
cogió a Ram y Heishi empezó a correr, Fupo empezó a seguirles.
Konran se fue en sentido contrario, hacia los sindos. Al cabo de unos
momentos, le dijo a Heishi:
—Cuida
de Ram y seguid corriendo—luego se dirigió a Fupo,—veamos que
más sabes hacer.
Kasai
y Fupo se detuvieron y se quedaron esperando a la manada de sindos.
En cuanto aparecieron, Kasai formuló unas palabras:
—Muy
bien, hijos de vuestra madre, veréis quien es la Saeta Ardiente.
En
ese momento, empezó a expulsar llamas de su cuerpo y se dirigió
hacia los sindos. Pero de repente frenó. Fupo le había pasado por
su lado, pero no ardía, sino que relucía e iba por lo menos tres
veces más rápido. Se quedó mirando a Fupo, cada impacto que daba
se convertía en una explosión de luz verdosa que desintegraba a
todos los sindos que eran rodeados por ella.
Kasai
miró unos segundos más atrde a sus alrededores y vio que estaba
solo.
—Cada
vez me siento más inútil.
Empezó
a dirigirse a donde se habían ido Ram y Heishi. Corría sin parar
por todos aquellos lares hasta que los encontró, rodeados entre los
sindos y unas rocas. Heishi y Ram les disparaban para alejarles, pero
no daban resultados. Kasai trazó una barrera de fuego entre sus
amigos y los sindos. Vio a Heishi y Ram como empezaban a subir las
rocas.
—Antes
de empezar—les gritó a los sindos—¿alguno quiere plantearse
seguir viviendo, rendirse e irse a su casa?
En
ese momento, los sindos se dirigieron hacia él, pero Kasasi saltó
llevándose el fuego de la pared que había trazado. Mientras se
elevaba, observaba a los sindos trepar por los árboles para
alcanzarle.
—Cuando
las saetas son arrojadas con altitud...—dijo mientras se alzaba,
luego, al ver su altura, frenó y empezó a descender en picado
habiendo recogido todas las llamas—caen como meteoros.
En
ese momento, Kasai impactó con la tierra formando una expansión que
desquebrajó a todos los sindos y árboles de un buen radio y formó
un buen cráter. Kasai se levantó del suelo, Heishi fue corriendo para agarrarle ya que le notó debilitado.
—Me
siento mareado—dijo Kasai.
—Lo
veo.
En
ese momento, más sindos empezaron a aparecer y a ir hacia ellos. Se
vieron muerto por unos instantes hasta que unas figuras gigantescas y
grisáceas empezaron a embestirles.
—¿Qué
son?—preguntó Heishi.
—Ianes,
unos gigantes hechos de metales como acero, platino...—le contestó
Kasai.
Cuando
los ianes hunieron acabado de destrozar a todos los sindos, se
dirigirona Kasai y compañía. Uno de ellos se adelantó y empezó a
decir:
—Vaya,
un niño y una mujer de raza humana...
—Yo
sí lo soy—dijo Heihi,—pero él es mestizo.
—Y
un...¿qué eres tú?—le dijo a Kasai.
—Eh...
—Seas
lo que seas, este no es vuestro territorio. No os vamos a destrozar
porque con vosotros si se puede razonar.
—Ya
pero—empezó Kasai,—estamos buscando pistas sobre el paredero de
los varos.
—No
busques muchacho, no busques, vete.
—Kasai—se
oyó lavoz de Konran de lejos.
En
unos segundos, Konran y Fupo se encontaron con ellos.
—Vaya,
por fin os encuentro—dijo Konran.
—Vaya—volvió
a decir el ian,—así que el chiste concluye con un helado y ...un
medio hermano nuestro.
En
ese momento, Fupo se miró las manos, las bajo y levantó los
hombros.
—Mire
señor gigante de hierro—le dijo Heishi.—Nuestro pueblo va a ser
atacado por los varos, y tenemos la misión de “negociar” con su
líder, es decir, cargárnoslo.
—Suicidio—dijo.
—Solo
queremos saber pistas, no pedimos terrenos y levantar una ciudad—dijo
Kasai.
—Nadie
ha matado a un varo nunca—dijo de nuevo el gigante.
—Quemé
vivo a uno ayer mismo, cerca de Barcelona—le dijo Kasai.
—No
me lo creo—discutió el ian.
—No
si eres la Saeta Ardiente.
En
ese momento, otro de los ianes se adelantó y le susurró algo al
oído.
—De
acuerdo Saeta y compañía, seguidme.
El
jefe de los ianes empezó a guiarles por el bosque.
—La
puerta de los varos aparece una vez a la semana, luego se cierra y no
se abre hasta la semana siguiente, pero cambia de lugar. Nosotros
vimos el patrón que usan, así que ahora se nos es fácil estar
prevenidos.
Llegaron
a una zona del bosque cubierta de una alfombra de hojas negras.
—Estas
hojas aparecen veintiséis horas antes de que la puerta aparezca,
hace un par de horas que las hemos visto. Solo tenéis que pasar la
noche aquí. Os dejamos estar en nuestros dominios, pero solo por
esta vez. Entrad, matadlo, salid y no volváis.
En
ese momento, el ian se marchó dejándolos solos.
—Yo
no me fiaría—dijo Heishi,—el único ser de hierro que me cae
bien es el leñador de hojalata del mago de oz.
—No
nos queda más remedio que confiar—dijo Kasai.
—¿Por
qué?—preguntó Heishi.
—Porque
en cuanto Kasai les ha dicho quien es—continuó Konran,—han visto
la oportunidad de librarse de los varos, sus eternos enemigos.
—Ah,
vale, mirándolo así—dijo Heishi.
—Tan
solo es mediodía—dijo Ram mirando el reloj.
—Buscaremos
algo de agua—propuso Kasai.
—Pero
la puerta estará aquí—dijo Konran.
—Ya,
pero ya sabemos como encontrar la puerta, ademas, los ianes serán
nuestros amigos por una noche, pero los sindo no, y Heishi y Ram van
a necesitar hidratarse bien.
En
ese momento, Fupo se puso a hacer gestos al lado de Kasai.
—Ves,
Fupo me apoya—dijo Kasai
—Pero
si no habla—protestó Konran,—¿Y si nos perdemos?
Fupo
sacó de su mano una zarpa de luz, se dirigió a un árbol y le hizo
un corte, Kasai empezó a seguirle con Heishi y Ram detrás. Konran se
vio obligado a hacer lo mismo.
De
camino en busca del agua, Heshi empezó ha hablare a Kasai.
—Sobre
tu relación con Ora...—empezó a decir ella.
—Mira,
es cierto que esta noche la he besado y he dormido con ella, pero era
solo para distraerla.
—Solo
para distraerla, ¿o había algo real?
—Nada
era real.
—Kasai,
un consejo, no cambies la realidad por algo que no lo es. Te he
visto, se te ve cómodo con ella.
Encontraron
un arroyo donde pasarían la noche. Heishi decidió irse de caza
mientras los demás levantaban un pequeño campamento. Al cabo de un
rato, ella volvió con un jabalí en los hombres.
—Lo
que sobre para el desayuno.
Kasai
cocinó ese jabalí a al brasa, un jabalí que se comieron Ram,
heishi y él, debido a que la carne no formaba parte de la
alimentación de Konran, y Fupo no se alimentaba de nada. Al
terminar, Hesihi subió un poco por el arroyo para lavarse el pelo
mientras los demás se acostaban.
Kasai
se quedó observando las estrellas durante unos momentos hasta
dormirse. En ese momento, se vio en el parque de una ciudad, sentado
tranquilo en un banco. Se fijó que Ora estaba también allí, en los
columpios con una niña, una niña de carne negra como la oscuridad y
el pelo rojo. Unos segundos después, la niña se le acerca y empieza
a decirle.
—Papi,
papi, ven y empújame.
Kasai
se levantó del banco y empezó a empujarle en el columpio con algo
de fuerza. Ora se quedó apoyada en una de las patas del columpio
sonriendo. De repente gira la cabeza y ve a una mujer rubia que se
tropieza un poco más lejos y va a socorrerla. Esa mujer era la misma
mujer que Kasai vio en sus visiones del monasterio.
—¿Qué
ocurre?—le preguntó Ora.
—Que
eres una ladrona—le dijo levantándose la mujer.
—¿Ladrona
yo?
—Sí—levantó
la cabeza,—me has robado a mi hermano.
En
ese momento, ella saca un cuchillo y apuñala a Ora justo en el
estómago. Mientras Ora cae en el suelo, Kasai empieza a ver borroso.
De repente se levanta con un puño ardiendo y ve que ha estado
soñando. Miró a sus compañeros y se dijo:
—¿Y
si Heishi tiene razón?,¿y si siento algo por Ora?
Continuará.